A ti, que has tenido que vivir en primera persona los efectos de una sociedad profundamente patriarcal y misógina, solo me nace pedirte perdón, sin prejuicios ni reservas. Tras observar los efectos de la ley, solo puedo pedirte perdón. Por seis años de sufrimiento que solo tú puedes entender. Porque sé muy bien que el derecho al olvido existe pero el olvido y la memoria no entienden de derechos. Una frase que tantas veces me ha sido criticada por quien dice llamarse librepensador. Porque no solo has tenido que sufrir la violencia de tus agresores sino, además, la violencia de gran parte de la sociedad que, ataviada de ropajes evolucionistas, no ha cejado en su empeño de legitimar la violencia una y otra vez. Mientras tanto tú continuabas nuestra lucha, la de todos. Y digo todos y no todas. Y digo nuestra lucha porque a todos nos afecta. No puedo imaginar el miedo que has tenido que pasar durante todo este tiempo. Miedo de quienes te quieren y sostienen, pero también miedo de quienes se nutren y alimentan de tu miedo, de nuestro miedo. A veces desde la ignorancia, otras desde el odio, te han hecho creer que no viviste lo que viviste, que no fue violación. Seguramente te hicieron creer que estás loca, simplemente por decir la verdad. Esa verdad que a todos incomoda, esa verdad que nadie quiere escuchar, ni siquiera los que dicen luchar contra la violencia, que cuando les toca de cerca, a veces, prefieren que no les salpique antes de aceptar que es una realidad.

Nadie como tú para saber el sufrimiento de la manipulación subyacente al buenismo de quien te dice que no eres responsable, al tiempo que asegura que está ahí y que seguirá estando, legitimando casi sin conciencia o a conciencia que seguirá pasando. Habrás escuchado acerca del poder de tus agresores convertidos en víctimas del feminismo progre casi cual mantra. Abriste una ventana a la esperanza pero, siendo realista, que se haga o no, no depende ya ni de ti ni de mí, sino de la profesionalidad de todos los agentes involucrados en cualquier tipo de violencia, venga de donde venga. Independientemente del poder de quien la ejerza. A veces, los que más cuidados deberían brindarte son los que más legitiman la violencia. A ti, de corazón a corazón. Desde la ciudad que condenó la violencia aquel 7 de julio, la misma ciudad que observa con impotencia cómo se juega con el dolor de las víctimas hoy.