El 11 de febrero de 1873 se proclamó la Primera República Española. Duró apenas 1 año (3 enero 1874) y fue enormemente convulsa: 4 presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar), el alzamiento carlista en el Norte, insurrecciones cantonales en el Este y en el Sur (Cartagena, Castellón, Sevilla, Tarifa….), inestabilidad política y social, y para tenerlo todo terminó con un golpe de Estado dado por el general Pavía que culminó finalmente con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto y el advenimiento de Alfonso XII.

Y sin embargo fue, junto con la Segunda República, uno de los periodos más emocionantes y esperanzadores de la época moderna española. Se constituyó un Estado federal frente al Estado hasta entonces centralista, se proclamó el sufragio universal (el masculino, el femenino vino con la Segunda República) frente al sufragio censitario, se postuló la separación Iglesia-Estado y libertad de cultos frente a un Estado confesional, se ratificaban los derechos individuales y democráticos ya presentes en la Constitución de 1869, se intentó la participación popular en la Administración de Justicia (establecimiento del jurado), la abolición de las quintas y la instauración de un ejército profesional, el autogobierno de los estados federales (Navarra entre ellos) y la solidaridad federal de todos ellos.

Muchas de sus propuestas (la Constitución republicana de 1873 no dio tiempo a ser aprobada) no se pudieron conseguir sino hasta finales del siglo XX, y lo que hoy parece moderno (Tribunal de Jurado, Ejército profesional) ya era una propuesta cierta en pleno siglo XIX.

La libertad y la convivencia entre las diferentes identidades territoriales se encararon de frente y yendo a la raíz de la cuestión, y si no triunfó el modelo de libertad y de solidaridad federal, fue debido a nuestro tradicional espíritu cainita, donde la tradición y la modernidad se devoraron en vez de conversar, y donde finalmente el mantenimiento del llamado orden público triunfó frente a la impaciencia de los amantes de la libertad (“¿qué es a lo que hay que esperar para ser libre?”).

Sin embargo, hablar hoy de República, de Estado Federal, no es hablar del pasado sino de futuro. Sus valores siguen presentes, así que hoy podemos volver a soñar…., y pensar en la próxima República.

*El autor es abogado