Los liberales ansían quitarse impuestos para acaparar más riqueza. Sostienen que el dinero mejor en el bolsillo, que así se gasta y se recauda más. Mienten. Ningún estudio avala que bajar tributos ingrese más -salvo en la cuenta corriente de quien lo dice-; pero sí que subirlos a quienes más tienen, empresas y particulares, recauda más. No es afán confiscatorio, es justicia constitucional.

Sánchez, al contrario de lo que sostienen Feijóo y sus adláteres, no se quedará con el dinero recaudado, sino que, mientras reactiva la economía, distribuirá la riqueza al destinarlo a educación, sanidad, investigación, obra pública, servicios, sueldo de empleados públicos o ayudas en tiempos de crisis, que deberían ser directas a los más necesitados. Díaz Ayuso, Feijóo y sus respectivos séquitos, que siempre exhortan a cercenar impuestos -y por tanto recortan servicios-, se olvidan de que, entre todos, les pagamos sus salarios y coches oficiales. ¿Pretenden estar a sueldo de las élites económicas para perpetuarse en el poder? ¿Es por eso por lo que apremian que sanidad y educación dejen de ser un bien público y se convierta en un gran negocio privado al que los potentados hinquen el diente?

No se puede recortar impuestos a ricos y grandes empresas si no se cubren los servicios públicos, porque nos tocará pagar -mucho más- para que los negocios privados hagan caja. Mientras los servicios públicos en España no sean de excelente calidad, y en Madrid, donde resido, se deterioran en un plan deliberado para incrementar negocios privados, no se puede bajar impuestos. Empleen ese dinero para remunerar bien a médicos y profesores evitando que se marchen. Recaudar para tener buenos servicios públicos es lo que construye una nación, una patria.