En nuestra sociedad tenemos gran facilidad para acceder al mundo virtual, hablamos con nuestro amigo o con el hijo que está en Australia desde el cuarto de estar o jugamos al videojuego con los amigos de clase sin salir de casa. También tenemos acceso libre al reino de nuestros deseos. Puedo desear desde mi libertad y autonomía cantar como un tenor o volar como un águila, pero lo más probable es que no lo alcance nunca. Hemos superado muchos límites, pero no nos conviene olvidar que en el mundo real hay límites. Valga como ejemplo reciente el diseño de unos trenes que no caben por los túneles que debían circular. En el día a día estudio el funcionamiento casi milagroso de nuestros sistemas y órganos y digo desde el conocimiento que hay límites físicos, químicos, mecánicos, eléctricos, por no hablar de los genéticos u hormonales. Los mayores deberíamos enseñar a los jóvenes a querer vivir en la realidad y aceptar los límites.