¿Y si Ucrania pierde la guerra?

¿Y China toma Taiwán por la fuerza? Dos realidades muy presentes, cuyo potencial para materializarse es enorme. 

En un momento en que gran parte de la población, a nivel mundial, parece optar por el extremismo y la radicalización de sus opciones, ya sean políticas o en temas de la vida cotidiana, la vida tal como la conocemos cambiará drásticamente y estará en peligro.

Europa es vieja y trasnochada, perdida entre gabinetes y múltiples comisiones, y dirigida por una mayoría de políticos y “notables” sin carisma es el reflejo de los países que la componen. Los principales fundamentos, que parecían sólidos y que fueron la base para la formación de la unidad, parecen haber sido olvidados y perdidos su valor, dejando de ser fuente de inspiración. Cuando se pierde lo que inspira el cansancio se apodera del cuerpo, y de ahí para delante siempre es un descenso hasta el punto de no retorno -el abismo-.

Es muy, pero muy probable, que en este mundo cada vez más polarizado, extremista, radicalizado, corrupto y corrompido, individualista, que parece no saber qué es el sentido común y el bien común, y que promueve un modus vivendi basado sobre todo en principios económicos y financieros que se han convertido en la base del poder, que en un futuro no muy lejano se constituirá un nuevo orden mundial para el bien de unos pocos y el mal de la mayoría. El riesgo de regresión es enorme, basta con ver lo que está pasando en algunos países, y no es sólo una cuestión cultural o de fundamentalismo religioso. Es fundamental cuidarse de analizar en profundidad la raíz del problema. El tiempo apremia, por eso el cansancio desgasta la esperanza.