Quiero pensar en alto sin molestar a nadie, y si se sienten molestos ajos comen. El que se siente ofendido, ajos come dice la sabiduría popular. Y si es de Falces (pueblo guapo de Navarra) mejor que mejor.

Lo venden en ristras, trenzados como una coleta de moza guapa y salerosa. Comemos mucho ajo, porque nos gusta y porque nos da la gana. Y no espantamos a las novias, como les pasa en otros países al norte de Europa, que se pasan de finos y no saben comer como dios manda.

Ajoarriero, delicia culinaria que combina el mar y la tierra, el barbecho y la sal del agua. Pero queríamos hablar del conflicto, de eso que la humanidad crea no por capricho sino por necesidad, es la esencia de su ser. Podría ser de otra manera, pero no lo es. Al final es lo que nos hace avanzar, por contraste, por escarmiento. No hay que tenerle miedo ni hacer caso a los que lo quieren montar para asustar. No. Nos verán las caras, porque nosotros miramos de frente a esos que mienten y nos quieren engañar diciendo que no mienten, que dicen cosas inexactas “inexactitudes”. A otro perro con ese hueso. El que miente, miente y lo sabe. Ya lo decía Nietzsche: “No que hayas mentido, que no pueda creerte, eso me aterra”.