Queridos lectores, les hago partícipes de mis miedos. Son lo único que me queda para dar visibilidad a nuestra situación. Ayer recibí la visita de un grupo de niños del pueblo para ver cómo estaba recuperándome de una agresión de dos perros sufrida el 21 de agosto con lesiones físicas y psíquicas.
El 22 de julio uno de los niños sufrió otro ataque con consecuencias físicas menos graves, no así las psíquicas. Tengo miedo a salir de casa y volver a ser agredida. Estoy convencida que el porcentaje de posibilidades de repetirse es alto. El pueblo también. Los animales llevan viviendo en el pueblo dos meses y en un mes hemos sufrido dos. Los animales en ningún momento han abandonado su domicilio, suponiendo un riesgo alto para la poblacion debido a su agresividad.
Los dueños se los van a llevar a Logroño para ser rehabilitados, pero no tienen plaza en la actualidad y hasta mediados o finales de septiembre no esperan tenerla. Muchos habitantes fueron testigos del ataque al encontrarse en las inmediaciones del domicilio afectado en el momento de los hechos, por lo que pude salvar la vida. Los niños no acceden a su zona de ocio de pistas, colindante al domicilio de los animales, ante el terror a que vuelvan a escaparse y les muerdan.
Undiano es un pueblo eminentemente familiar. Nunca hasta ahora habíamos sentido peligro. Se ha pasado de vivir en libertad a vivir con miedo. Juegan apiñados en el frontón, zona alejada del conflicto, pero este lugar no puede albergar a la cantidad de menores con los que contamos en la actualidad. No pasean solos. Siempre se acompañan unos a otros haciendo grandes grupos de protección. Son constantemente aconsejados por los adultos sobre el camino que tienen que evitar.
Pido por favor a la Administración Pública que tome cartas en el asunto y mantenga en sus instalaciones a estos dos perros hasta que tengan plaza para que nuestro pueblo vuelva a tener una convivencia pacífica y sin miedo. Tristemente a la tercera va la vencida, dice el refrán y las matemáticas.