“La religión es verdad para la gente común, falsa para los sabios y útil para los poderosos”. Séneca. La cita de Séneca es una verdad a medias: verdad, porque la religión se ha utilizado de la forma que apunta el cordobés. Y mentira, porque la no existencia de Dios, empíricamente no se puede demostrar. Tanto Dios como el amor, son parecidos en el sentido de que sólo se puede demostrar si crees. Y creer en el amor y en Dios significa haberlo experimentado. Por eso es natural que haya ateos tanto del amor como de Dios.
La solución está en la mística. Los místicos no se someten a ningún grupo ni credo. Son sabios, poderosos y gente común a la vez. Sabios porque han llegado a la esencia. Son gente común porque no van buscando el interés ni la aceptación, sino que buscan la verdad y así se evitan ser manipulados. Son poderosos porque, aunque puedan tener lo justo para vivir, todo les sobra.
Lo místico es aquello vinculado a lo divino o a lo espiritual. En este sentido, el concepto resulta opuesto a lo terrenal o a lo racional. Las creencias místicas, por lo tanto, se relacionan con lo sobrenatural y están asociadas a la fe. Una persona que, cuando le diagnostican una enfermedad, comienza a rezar a Dios sin intermediarios para curarse, está apelando a lo místico.