Ayer se me ocurrió la brillante idea (no tan brillante) de repasar el tarjetero y la decepción y desastre fue fenomenal. Menos mal que encontré la que buscaba, pero fue una especie de martirio histórico de las gentes que han pasado por mi vida y yo por la de ellos. Fue cruel.

Haced la prueba pero no os asustéis. Si a esto añades las agendas, la cosa se pone de infarto. De repente tienes ante tus ojos todo, hasta lo que no recordabas. Toda una vida de risas y aventuras, buscadas u obligadas, la familia, el pueblo, los amigos, conocidos (infinitos y ahora no conocidos o reconocidos) países, lenguas, proyectos, fracasos, éxitos, buena gente, vida.

Balance positivo y admiración por la vida, lo ordinario, hartazgo final del dolor acumulado por los agentes externos, aburrimiento de la política y políticos, deseo intenso de que les abran y obliguen a expresarse en un único canal de televisión y el que quiera que los tenga 24 horas, paz y buenos alimentos.

La deriva europea y mundial hacia la pena mora, la derecha derechona, el egoísmo personal y colectivo y falta de empatía y más desigualdad, mucho muerto o desaparecido en la paz de lo vivido y, en fin, alegría de vivir en una ciudad amable y limpia, porque hay de todo en la viña del señor que diría la abuela. He vuelto a repasar el tarjetero y las agendas.