La palabra cómplice tiene su origen en el sustantivo latino complex y este en el verbo complecti (enlazar, unir). En la actualidad, se llama cómplice a quien coopera con alguien en la realización de determinados actos.

La complicidad es uno de los activos más necesarios de la vida conyugal. Requiere un mutuo conocimiento que proviene del trato común y, sobre todo, saber mirarse el uno al otro con amor. Complicidad es saber lo que el otro quiere, lo que le gusta y lo que le interesa y ayudarle a conseguirlo. Complicidad es también saber lo que queremos, lo que nos gusta y lo que nos interesa y ayudarnos mutuamente a conseguirlo.

La complicidad es un gran activo de la pareja frente a terceros. Una complicidad única de pareja, un lenguaje común único que nadie entiende, nadie más que nosotros nos da la oportunidad de estar rodeados de gente y, sin decirnos nada, saber que estamos juntos.

Nuestra pareja debe ser nuestro cómplice, debe conocer nuestros sentimientos en emociones e intimidades. Debe ser nuestro compañero y amigo, quien nos acompaña y nos apoya en todo momento y quien nos ama incondicionalmente, sin esperar nada a cambio.