No es raro que los lunes, dada su impertinente índole metafísica, me incline a ver películas antiguas. De catástrofes, por supuesto. Las películas de catástrofes son terriblemente educativas, Lutxo. Por una parte, percibes lo fácil y rápidamente que pueden cambiar las circunstancias y la poca importancia que, en realidad, tienen las vidas humanas. Y por otra, observas lo mejor de nuestra naturaleza como especie: la solidaridad, el coraje y la esperanza. La vida es algo muy importante, susurraba a duras penas la gran Shelley Winters en La Aventura del Poseidón, apenas un par de segundos antes de expirar. Es una escena a la que, como espectador, no puedes menos que asistir emocionado, Lutxo.

Pues bien, justo en ese momento álgido de la película, la policía municipal de Villava-Atarrabia, Lutxo, el equipo de funcionarios encargado de velar por nuestra seguridad, nos mandó un mensaje a todos los vecinos de la localidad, avisándonos de que venía una riada y recomendando que nos pusiéramos a salvo: nosotros y nuestros enseres. A mí personalmente estos momentos de excitación loca repentina me encantan. Creo que me conectan con el hombre de acción que llevo dentro, Lutxo.

Además, siempre suelen ocurrir después de cenar, en invierno, cuando ya estás medio ido. Pero escuchas el zumbido del Whatsapp, lees como puedes el mensaje y vuelves a la vida. Además, luego te encuentras con los amables vecinos en el garaje y es bonito compartir esos momentos de tensión y soltar unas risas. Decían que había un proyecto de obra para evitar las inundaciones, ¿no?, pregunta el vecino de la izquierda. Lo malo es que, si se hace, nos veríamos menos, dice el de la derecha. Y tiene razón, Lutxo. Las catástrofes y las alarmas generales unen mucho a la gente, ¿no te parece?, le digo. Y me suelta: ¿Y por eso no hacen la obra? Y le digo: Yo qué sé.