Pensemos por un momento en el número 12.000, equivalente a los huevos contenidos en 1.000 cajas de una docena. Ese es el número de aspirantes convocados a las oposiciones de Educación en junio en Navarra. Supongamos que las 1.000 cajas de huevos se caen y sólo 33 de ellas mantienen los huevos intactos. Esos serán los candidatos que conseguirán una plaza. Hasta tan ansiado momento, estaremos como reos en el corredor de la muerte, sintiendo pánico y estremecimiento de esfínteres. 

Creo que el miedo es la emoción más contraria a la felicidad que existe y por ello hay que luchar contra él con uñas y dientes. Ahora mismo tengo miedo de pensar qué huevo me tocará, roto o entero, pero a la vez muchas ganas de vencerlo, porque tengo claro que el mundo es de los valientes, como me demostró mi madre, sacando 5 hijos adelante tras quedarse viuda.

Cuando nos quedamos en nuestra zona de confort y no nos atrevemos a vencerlo, estamos perdiendo la oportunidad de volar. En cambio, cuando bajamos una pista negra esquiando o surfeamos las olas, la adrenalina que soltamos transforma el miedo en placer. Es lo más parecido que existe a volar. Y aunque la religión nos haya dicho en numerosas ocasiones que en el sufrimiento se encuentra el sentido a la vida, prefiero quedarme con lo que decía mi amigo Julián, de que al mundo hemos venido a pasarlo lo mejor posible, así que disfrutemos de la vida y tiremos el huevo al aire. Puede que al hacer esto, el huevo se nos rompa, pero, sinceramente, prefiero un huevo roto que un huevo podrido. 

Queridos compas de oposición: mucho ánimo, suerte y sobre todo, a echarle muchos huevos.