El otro día volví a ver Los asesinos de la Luna (2023). Una película que se ha pasado por alto para dejarle vía libre a la patriótica Oppenheimer (2023), que tal y como vimos en los Oscar, tenía que ganar. Pero el cine debe servirnos siempre como motor de reivindicación. De vez en cuando vamos al cine y nos sentamos a ver una película que nos saca de nuestro confort y nos obliga a pensar. Una tradición que no deberíamos perder. Hay ciertas películas de culto o mejor dicho de obligada visualización. Porque nos permiten observar los detalles que pasamos por alto, yendo y viniendo de un sitio a otro en la época de la turbotemporalidad, de lo instantáneo. ¿No tenemos tiempo para pensar o no nos lo queremos permitir? 

El cine es la manera más mágica de proyectar la vida. Gracias al cine nos sentimos más vivos. Cualquier contexto, universo o metáfora tiene cabida. Nos enfrentamos a un viaje, nos adentramos en la mente de cada personaje, y estos nos seducen, nos conquistan con sus aventuras y sentimos un profundo estado emocional que nos humaniza. Sufrimos una catarsis que de alguna manera nos recuerda que en esta vida tenemos que creer en algo. Que siempre ha de haber una lucha contra uno mismo y contra aquello que nos hiere. El cine nos expone, nos apunta y si no tiene complejos, nos dispara. El cine nos conciencia, nos sumerge en un mundo real o ficticio que por muy perturbador, sombrío y caótico que se muestre, siempre nos despierta cierta curiosidad, yo por lo menos siento que quisiera estar allí.

La denuncia de un solo caso de injusticia cuya solución depende de toda la sociedad puede cambiar el destino de un colectivo minoritario. Aquí observo una semejanza entre los medios de comunicación y el cine que ha cambiado nuestras vidas. El cine se retroalimenta del resto de artes pero también de la cobertura que le prestan los medios de amplia difusión. El cine explota las facetas más humanas pero algunas de estas películas mueren en la orilla, por no haber sido debidamente promocionadas. Por eso y cuando se trata de una película incómoda, es una obligación darle más publicidad que al resto de cintas. Ahí es donde entra la prensa. Cuidemos el cine.