La oscuridad había cubierto el planeta tierra con su manto gris, esclavizando a la raza humana con el miedo, la enfermedad y la carencia.
Pero quedaron pequeñas antorchas diseminadas por el mundo que no se extinguieron a pesar de las tormentas. Su luz fue el centro de reunión para almas rebeldes que crearon una red alternativa que fue agujereando la manta oscura, y la luz se propagó regresando al origen de su existencia.
La oscuridad insistía una y otra vez con sus maquiavélicos planes y pretendía morir matando. Pero las antorchas leales continuaron levantándose y batallando incesantemente; al fin ganó la libertad.
Después de recomponerse y respirar hondo, el fuego continuó su camino alumbrando otros planetas necesitados de luz divina. Asistidas siempre por su familia galáctica, la constatación de la victoria de la Luz, sería sólo cuestión de tiempo.