Todos querríamos sentirnos escuchados
La mayoría de las personas que reflexionamos en cómo va la vida quisiéramos tener en la mesa cuando desayunamos a un grupo de expertos buenos escuchando en silencio lo que decimos y que luego nos alabasen por lo bien que hemos hablado. En realidad, lo que la mayoría busca es desahogarse y sentirse comprendidos y amados. Pero ese grupo de expertos perfectos y sabios de la vida no existe en nuestra realidad práctica.
A lo más, en nuestra fantasía y en el plano de nuestro deseo de lo ideal. Porque las personas que están en la mesa escuchándonos son gentes corrientes como nosotros, y lo que quieren no es tanto escuchar a otros sino hablar ellos y a su vez sentirse reconocidos como personas de bien. Y así es como surge el falso diálogo, donde se critica a todo lo que está mal pero ninguno de los presentes es capaz de afirmar por sí mismo, que cree en un cambio a positivo de esta humanidad que está en lo más degenerado que conocemos en la historia. Es decir, la palabra fe en un poder superior que juzga lo bueno y lo malo está prácticamente muerta. ¿Cómo se resucita eso?