La terrible desgracia de la reciente DANA ha hecho aflorar algunos aspectos que merece la pena resaltar. Así, al margen de algunas actuaciones políticas, de las que mejor no hablar, ha aflorado una enorme ola de solidaridad y también se ha puesto en valor la necesidad de los servicios públicos y de su correcta gestión.
Otro aspecto, quizá menos señalado, es que nos está dando la oportunidad de empatizar con todas esas personas y situaciones. Quien más quien menos hemos sentido cómo podríamos haber vivido el destrozo de nuestras viviendas, trabajos y, además, la desaparición de un importante número de familiares, amistades y personas de nuestro entorno.
No he podido resistirme, porque así lo he vivido, acordarme de la situación en Palestina, que en muchos aspectos están viviendo, incluso de peor manera, circunstancias similares: muertes, destrozos, etcétera. En cierto modo es como si vivieran casi una DANA cada día, aunque su origen no es precisamente climático.
Creo que estos hechos también nos dan la oportunidad de conectar aún más con el horror que allí se está viviendo y ojalá pudiéramos sentirlas como si fueran también víctimas cercanas con las que sentir esa empatía y, aunque no sé muy bien cómo, mostrar nuestra solidaridad.
En ocasiones lo cercano nos ayuda a vivir también lo lejano.