Soy Xabier Susperregi, autor del libro Maravillas Lamberto. Recientemente comenté desde mi ignorancia, en una entrevista a DIARIO DE NOTICIAS DE NAVARRA, que no me parecía del todo mal resignificar el Monumento a Los Caídos, pensando que además pudiera llamarse Casiana González, en honor a una niña de catorce años de Iruña, que también fue asesinada.
Después de estudiar bien las diversas visiones que hay y de debatir al respecto, he llegado a la conclusión de que estaba equivocado en mi forma de ver las cosas y no había sido capaz de situarme en el lugar de las víctimas y de sus familiares, porque el Monumento a Los Caídos nace como lugar de exaltación fascista, y creo que es suficiente motivo para que deba desaparecer. Es como el monolito en memoria del aviador nazi de Larrabetzu que descendió en paracaídas ametranllado a los vecinos de aquel lugar. Sí, ese monumento que pinté de rojo como la sangre derramada que representa y que querían recuperarlo para exponerlo. Hay cosas que no se deben resignificar.
El edificio en cuestión es como un árbol de raíces podridas y no basta con podar alguna rama para que crezca en libertad hacia el cielo. Creo que se deberían retirar hasta las raíces o cimientos. Lo que se haga después en reparación y memoria de las y los represaliados, pues cierto, creo que es asignatura pendiente.
Espero que mis palabras y reflexiones puedan escucharse y tenerse en cuenta entre las personas a quienes compete y pueden tomar las decisiones y puedan comprender la razón de ese dicho: “Rectificar... es de sabios”.