Quisiera expresar mi profundo malestar y desacuerdo respecto al baremo publicado recientemente en el BON para las oposiciones de profesorado de Secundaria. En este baremo se evidencia una alarmante desproporción en la valoración de ciertos méritos que considero esenciales para la práctica docente, frente a otros que, en muchos casos, tienen escasa o nula relación con las necesidades reales de la profesión educativa.

En concreto, resulta incomprensible que se otorgue mayor puntuación a la realización de másteres, incluso aquellos que no guardan una vinculación directa con la práctica docente, frente a competencias clave como el dominio de idiomas extranjeros, que son fundamentales en materias como inglés, francés o alemán. Aún más preocupante es que un nivel de C2 en estas lenguas, que exige un esfuerzo considerable y una demostración clara de excelencia en el conocimiento del idioma, ni siquiera sea valorado adecuadamente, siendo equiparado al nivel C1. Esta equiparación no solo es injusta, sino que también desincentiva a los docentes de idiomas a seguir mejorando sus competencias para ofrecer un mejor servicio educativo al alumnado.

De esta situación se desprende una preocupante conclusión: parece favorecerse un modelo en el que los másteres, especialmente aquellos ofrecidos por universidades privadas que facilitan enormemente su obtención, se convierten en un requisito implícito para sumar puntos en las oposiciones. Esto crea una desigualdad flagrante, ya que las personas con mayores recursos económicos tienen más facilidad para acceder a estos estudios, lo que no necesariamente se traduce en una mejor formación pedagógica o en una mayor calidad docente.

Resulta profundamente injusto que un profesor de idiomas que ha dedicado tiempo y esfuerzo a mejorar su competencia lingüística, con el único objetivo de proporcionar una educación de mayor calidad a sus estudiantes, pueda quedar relegado en los procesos selectivos por otro candidato que ha acumulado méritos en forma de másteres que poco o nada tienen que ver con la materia que se va a enseñar. Este sistema no solo penaliza a los docentes comprometidos con su formación real y su asignatura, sino que también perjudica a los estudiantes, quienes merecen recibir clases de profesionales verdaderamente cualificados en sus respectivas disciplinas.

Es necesario poner fin a este negocio de los másteres, que parece haberse convertido en un sistema paralelo que mueve grandes cantidades de dinero a costa de la meritocracia y la justicia en los procesos selectivos. Es urgente que los criterios de valoración en las oposiciones reflejen las competencias reales necesarias para el ejercicio de la docencia y que se priorice el reconocimiento de aquellos méritos que demuestran una mejora directa en la calidad educativa.

Mientras esta situación persista, los profesores de idiomas, así como muchos otros, se ven obligados a elegir entre continuar perfeccionando sus habilidades pedagógicas y lingüísticas o sumarse a un sistema que parece recompensar más la inversión económica en títulos que la dedicación al alumnado. Por el bien de nuestro sistema educativo, insto a que se revisen y reconsideren los criterios de baremación para garantizar un proceso selectivo más justo, equitativo y acorde a las necesidades reales de la educación.