¿Avenida de Galicia o travesía del desierto?
Parecía que los criterios de mantenimiento de la vegetación arbórea de la ciudad iban cambiando, adaptándose al nuevo contexto climático en el que ya estamos inmersos. Parecía que se iban abandonando prácticas de poda sistemática e intensa ejercida sobre especies que como el plátano de sombra jalonan las aceras de la ciudad.
Centrándome en el caso concreto de los plátanos de la Avenida de Galicia, parecía que el respeto de los rebrotes durante el invierno pasado nos daba esperanzas de que, habida cuenta de la mejora del sombreado estival que con ello se había conseguido, se continuara trabajando en la reestructuración de las copas para ir paulatinamente reforzando la densidad del dosel arbóreo y, en consecuencia, contribuyendo a mitigar el efecto isla de calor que tanto sufre el Segundo Ensanche en general y la citada avenida en particular.
Por desgracia, se trataba de un espejismo: un año más el arbolado acaba de sufrir el tradicional trasquilado del tipo poda en cabeza de gato; para entendernos, se han convertido en una especie de candelabro despojado de toda rama que pudiera propiciar el aumento a medio plazo de la copa del árbol, elemento absolutamente fundamental en términos de sombra, reducción de temperatura y filtrado de contaminación que el arbolado urbano presta a la ciudadanía.
En seis meses llegarán los calores estivales, y los plátanos de la Avenida de Galicia serán incapaces de proporcionarnos la tan necesaria y generosa sombra protectora para quienes por allí transiten. Dicho sea de paso, parece un sarcasmo que la especie que lleva por nombre común el de plátano de sombra sea víctima de tan inmisericordes podas que le impiden hacer honor a su propio nombre.
En vez de reforzar la condición de corredor verde de conexión entre zonas verdes como son la Vuelta del Castillo y los aledaños de la plaza de la Libertad, se condena, un año más (y el tiempo corre en nuestra contra) a mantener la Avenida de Galicia como una travesía del desierto, que es en lo que se convierte cuando aprieta la canícula.
La (en mi opinión) nefasta gestión aplicada al arbolado de la avenida de Galicia me hace sospechar que, más allá de discursos y proyectos rimbombantes de reverdecimiento, no se asume con determinación el papel clave que el arbolado urbano ha de desempeñar en la adaptación y mitigación de las amenazas que representa para la vida en nuestra ciudad el calentamiento global que ya padecemos. En vez de potenciar dicho papel protector, se siguen anteponiendo en su manejo criterios ornamentales, economicistas o de seguridad ciudadana impropios de una ciudad que apueste realmente por un futuro más verde y habitable.