¿Dónde cabemos todos si seguimos diseñando para unos pocos?
Quiero expresar mi preocupación sobre un tema que afecta a miles de personas diariamente: la falta de diversidad de tallas en las tiendas de moda. Este problema, más allá de ser un simple inconveniente, refleja una exclusión sistemática de los cuerpos reales y genera un impacto negativo tanto en la autoestima como en la salud mental de quienes no se ajustan a los estándares impuestos por la industria.
Según un estudio de la Asociación Española de Sociología, más del 60% de las personas en España consideran que las tallas disponibles en las tiendas no reflejan la diversidad real del cuerpo humano. Es frustrante comprobar cómo, en pleno 2025, la moda sigue priorizando cánones que no representan a la mayoría de la población. Mientras que en países como Alemania o Suecia las marcas ya han dado pasos hacia la inclusión, en España seguimos enfrentándonos a un mercado anclado en un ideal obsoleto.
La reciente protesta en Madrid, donde decenas de ciudadanos alzaron la voz frente a una conocida tienda, dejó claro el sentir de los consumidores. Carteles con mensajes como “¿Y las demás tallas?” o “Mi cuerpo no es un problema” resumen perfectamente la frustración colectiva. Además, prácticas como etiquetar tallas grandes como XL cuando en realidad son equivalentes a una M generan confusión y discriminación innecesarias.
Es evidente que, si las marcas no se adaptan a las necesidades reales de la población, perderán la confianza de los clientes. Pero el problema va más allá de lo económico: no ampliar el rango de tallas perpetúa estereotipos dañinos y fomenta problemas como la baja autoestima y la insatisfacción corporal. La moda tiene un poder transformador, y es urgente que deje de ser un factor de exclusión para convertirse en una herramienta de inclusión.