La vida humana es sagrada y deberíamos acercarnos a ella de rodillas o, al menos, esa debería ser nuestra disposición. Han sido cientos (igual miles) de pacientes atendidos, algunos de ellos en el proceso de morir, que, por frecuente, a veces se vuelve rutinario, cotidiano, corriente.

Respeto

Sin embargo, la muerte siempre será un misterio, albergara una pregunta y nos hará sentir pequeños y vulnerables. Desconocemos cuándo vamos a morir (salvo que intervengamos para ello) así como no hemos decidido cuándo nacer. La vida y la muerte siempre nos plantean grandes interrogantes. La ciencia ha avanzado muchísimo pero no llega a comprenderlo todo y algo que escapa a nuestra comprensión siempre está ahí (¿por qué un paciente se recupera con un scanner cerebral catastrófico y aquel otro queda con grandes secuelas con una lesión aparentemente menor?). Por tanto, creo que debemos no olvidar esa fascinación por la vida del ser humano en su totalidad. Y recordar ese juramento hipocrático en el que asegurábamos el absoluto respeto por la vida humana.

Otra visión

Hoy en día, podemos ir tornando nuestra mirada hacia una visión más utilitarista, pragmática, pensando que una vida con limitaciones es menos vida. carente de sentido o podemos sentirnos incapaces de cuidar al que sufre (cosa que, admito, es dura y agotadora). Los avances de la medicina también nos aseguran un mejor control del dolor y de todo lo que nos hace sufrir (al menos físicamente). Apoyémonos en estas medidas para acompañar, consolar y sostener. Y respetemos la libertad del que quiere desempeñar así esta gran profesión.

Ojalá siempre cuidemos con devoción la vida hasta el final, contemplando el misterio, con inmenso respeto, sabiendo que estamos en un momento cumbre de la existencia de esa persona, de esa familia. Y nos acerquemos a ellos con la delicadeza, profundidad y emoción del que eleva una plegaria.

La autora es enfermera