Por lo mal que te tratan los que dicen quererte. Entre otros, hay tres hechos que no hacen más que ahondar en este maltrato:

La pretendida resignificación y mantenimiento del monumento a sus caídos, construcción espantosa que no ha servido más que para ensalzar a los que idearon y perpetraron el salvaje genocidio de 1936.

La turistificación absurda de esta ciudad en la que, poseyendo una lengua y cultura milenarias, de las más antiguas de Europa, la atracción que más se celebra es un encierro -basado en el sufrimiento y posterior sacrificio de los toros- que se hace en cualquier punto de la geografía del estado.

3º La deportividad con la que se permite que varias zonas del casco antiguo, en particular la plaza de Navarrería, se convierta los fines de semana (de jueves a domingo), en un terreno campo-playa donde el personal (mayormente universitario) se tumba a placer (sin dejarnos circular a las vecinas y vecinos) y que se convierte en un estercolero de botellines y basura cuando lo abandona esta invasión de desaprensivos y desaprensivas incapaces de utilizar papeleras y contenedores.

Si aparentemente estos tres hechos no tienen relación entre sí, todos ellos y algunos más, como la dificultad de acceder a una vivienda digna, por ejemplo, son los responsables de que vivamos en una ciudad para nada ideal como nos quieren hacer creer las instituciones, donde la cacareada calidad de vida es francamente mejorable; sino, que se lo pregunten a las más de 100 personas que duermen en la calle.