Creyente aunque gracias a Dios alejado de todo tipo de religiones, el Papa Francisco me ha atrapado, me ha sobrecogido.

“Periferias, olor a oveja, no hay sitio para el juicio sino para el abrazo...”. Cuando visitaba cárceles, a la entrada siempre la misma pregunta llena de autenticidad: ¿por qué yo no y ellos sí? ¿Por qué?...

A mis 81 años cargados de dolorosas penalidades físicas -superviviente de infarto, ictus, atropello de villavesa grabado y custodiado en dependencias policiales a cuyo conductor le debo la vida- resuenan en mi ser recuerdos de esas pláticas leídas que he tenido que padecer con sonrojo en cierta etapa de mi vida profesional, impartidas por un mediocre, narcisista y maltratador señorito de bigote canni, y corbata 24/7 con el síndrome del impostor cuyo único mérito era el preceptivo “nihil obstat” del Opus, pláticas de desierto y noche evacuadas con jeta y gestos gélidos, soportadas a duras penas por sus hoolligan y los cuatro pelotas de siempre, y rubricadas con juicios sumarísimos de apartheid por resistirse con cojones a pasar por el aro de su redil, causantes de tanto llanto y dolor en un montón de familias que no olvidan sus consecuencias de desgarro profesional.

Esos recuerdos de hace más de 40 años son uno de los desencadenantes del impacto que en mi corazón golpean en paz los “rezad por mí”, antítesis de las broncas del tirano, chulo e incompetente señorito mencionado.

“Olor a oveja”, contrario a la avaricia de esa gente organizada opusiana con olfato de elefante africano para la captación de dinero, no importa su procedencia.

“No hay sitio para el juicio sino para el abrazo”, nada que ver con el afán -más papistas que el Papa- de indagar, investigar la vida privada de compañeros de trabajo para juzgarla y si fuera preciso condenarla; nada que ver con los juicios de mofa y befa de los arzobispos de Pamplona que no comulgaban con su reaccionario adoctrinamiento, torpe proselitismo con el inevitable efecto boomerang que resta efectivos en sus filas cada día más decadentes.

Dios no es pijada de chiste de tonto. “Dios es amor” (Papa Francisco). Resonancias que buenamente siguen buscando la verdad.