Ciclismo de escaparate en Estella-Lizarra
El pasado 3 de junio se celebró el Día Mundial de la Bicicleta, pero en Estella-Lizarra no hubo ni rastro de comunicado institucional, actividad simbólica o gesto público alguno. Lo mismo ocurrió dos días después, en el Día Mundial del Medio Ambiente. En cambio, cuando llega alguna prueba ciclista -la Clásica Miguel Indurain, la Copa de España femenina, el Gran Premio Manolo Azkona- entonces sí: aparecen las menciones, las fotos, los saludos oficiales y demás formalismos. Cuando la bicicleta es herramienta cotidiana, ni está ni se le espera, ni se le quiere.
Porque una cosa es ser ciclista, y otra muy distinta es atreverse a ser usuario o usuaria de la bici en el día a día. Ahí, Estella-Lizarra pasa del pelotón de cabeza al coche escoba. Y lo hace con méritos propios, gracias a una gestión municipal que se mueve a contrapie del sentido común y del marco legal como aseguró la Cámara de Comptos.
Hablemos claro: con UPN al frente, no es que no haya fomentado la movilidad ciclista, es que directamente se ha desmontado: renuncia al carril bici a Bearin pese a tener concedidos 300.000 euros de ayuda, retirada del carril de la Inmaculada y recientemente se ha retirado el carril bici de la avenida de Yerri para que vuelvan a reinar los coches aparcados…
Y por si fuera poco, el colmo ha llegado en las últimas semanas: la plaza de la Coronación convertida en parking de motos, y este mismo fin de semana la plaza de los Fueros parece que será utilizada como aparcamiento para coches, clásicos, sí, pero a fin de cuentas, coches. Lo que deberían ser espacios para la ciudadanía se están entregando, una vez más, al vehículo privado.
La paradoja es dolorosa: una ciudad que presume de ciclista, pero que castiga a quien se mueve en bici. Así que sea el Día Mundial de la Bicicleta o sea cualquier otro día, toca pedalear cuesta arriba. Porque mientras no cambie la dirección política (o al menos su rumbo), la bici seguirá siendo aquí un icono deportivo... pero un estorbo en la ciudad.