Transporte público
Me levanté temprano, como acostumbro, y salí al mundo. Pamplona me recibió con el sol calentando y decidí ir hasta Barañáin. Y como mi cuerpo no responde, en vez de andando, decidí coger la villavesa. He de decir que, pese a mis cincuenta y ocho años, hasta este 2025 nunca he sido usuario del transporte público, porque soy de los que iban a todos lados andando, pero el cuerpo manda y este año no me ha quedado más remedio que hacerme con una tarjeta de transporte público, y usarla, y usarlos, los autobuses. Pues bien, esperando estaba en la parada, y siendo temprano se iba acumulando gente, sin más. Y llegó el bus con retraso y con un cartel que decía servicios mínimos. Y caí que están en huelga.
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Pues ayer escribía defendiendo a los últimos de la clase, que son ancianos y personas con discapacidad. Y se me olvidó mencionar que hay otros colectivos que se desesperan con las empresas concesionarias que gestionan sus puestos de trabajo. Y no digamos nada si la empresa es grande, de esas internacionales, y te dicen que se van más al sur, que cobran menos. Pues esos trabajadores, como los demás, son. Que les enseñaron, que nos enseñaron, que un trabajador no es nadie. Y puede trabajar cargando y descargando, con un calor (de la hostia) tremendo, mil horas. O conducir un cacharro sin mantenimiento. O doblarse a todo trapo recogiendo fresas. O ser lo que sea sin Seguridad Social, porque tu trabajo está en el limbo de la legalidad, pero hazlo o te despido. Que tiene bemoles que los tengamos trabajando sin mayor acomodo. Pero voy a lo que a mí me cruje hoy, el transporte público. Y será porque mi cuerpo no puede, pero no es normal que una ciudad como Pamplona, que nos pide a gritos que no usemos el coche, no llegue a un acuerdo, o no presione para que se llegue a un acuerdo con el transporte público cuanto antes, ya, o ayer. Porque al ciudadano nos hace falta. Y no creo que los trabajadores de los autobuses urbanos pidan nada desmesurado. Porque soy trabajador y sé que lo único que queremos todos los trabajadores son unas condiciones dignas. Pues eso, Mancomunidad. No andéis como siempre regateando los dineros y gastad lo que haga falta para que todos sonriamos. Y no solo vosotros, políticos, gestores, directores o pequeños dioses de vuestras empresas. Porque ya está bien de reíros de todos nosotros, fieles creyentes del látigo. Y lo digo sabiendo que, al decirlo, porque de vez en cuando surge alguien que dice: ya está bien, vosotros siempre contestáis, ahí tienes el finiquito y mañana no vuelvas.