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Vino y humo

Vino y humoArchivo

La nueva ley antitabaco ha entrado en vigor con especial celo hacia los menores. Bien por la salud, sin duda. Pero conviene recordar que no hace tanto, en algunos internados de los años setenta, a los estudiantes, a partir de cuarto de bachillerato les permitían fumar en los recreos y se les servía vino en las comidas. Todo con total naturalidad, sin escándalo ni alarma.

Hoy, algo así provocaría titulares, dimisiones y quizá un expediente parlamentario. Entonces era rutina: cigarro en la mano, copa sobre la mesa, y nadie cuestionaba ni la autoridad ni la formación de los jóvenes. Lo que ayer se veía como normalidad, hoy se interpreta como irresponsabilidad.

La evolución es llamativa. Lo que antes se toleraba con naturalidad, ahora se prohíbe con rigor. Y dentro de unas décadas, seguramente se juzgarán con igual severidad hábitos que hoy aceptamos sin pensar: refrescos azucarados, pantallas omnipresentes o cualquier mínima libertad que nos parece inofensiva.

Naturalmente, hoy nadie defendería aquellas prácticas; solo recordar cómo ha cambiado la percepción de la juventud y la responsabilidad.

Las leyes cambian, las costumbres mutan, pero cada generación se siente pionera en la tarea de proteger a la juventud. Mientras tanto, los mayores sonríen con complicidad, recordando que ya lo habían intentado antes… con vino y humo.