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Necesitamos una nueva ONU

Necesitamos una nueva ONUEP

Como considero la ONU el último bastión de la diplomacia internacional, un refugio donde los países pueden discutir, colaborar y evitar la guerra, siempre la apoyé con firmeza. Pero la realidad -los recientes vetos de Estados Unidos en contra de resoluciones que habían recibido el apoyo de todos los miembros permanentes y no permanentes contra el genocidio que perpetra Israel y el insensato y fatuo discurso de Trump- me ha llenado de amargura al evidenciar que la ONU, en su formato actual, no funciona.

Lo que se instituyó como promesa de paz y cooperación para evitar la barbarie -sigo creyendo en su viabilidad-, se ha convertido en una herramienta impotente, secuestrada por los intereses de los países con derecho de veto. Esos países, que ante todo tienen la última palabra, son los mismos que constantemente bloquean cualquier intento de reforma real.

Han pasado casi 80 años desde su creación y el mundo ha cambiado drásticamente. Ya no es suficiente una estructura que favorezca el statu quo de unos pocos. Los que realmente comprenden la necesidad de un cambio deben unirse y redactar una nueva Carta que corrija los abusos, presentarla ante la Asamblea General y, si por el veto de los de siempre no sale adelante, fundar una nueva organización internacional, libre de los obstáculos del veto y demás lastres, con un propósito claro: resolver los problemas globales de manera eficaz. Y establecer la nueva sede fuera de EEUU para que no pueda prohibir la entrada a delegaciones infringiendo la propia Carta.

Si la ONU no está dispuesta a renovarse, la alternativa será inevitable: un nuevo organismo ha de surgir. De lo contrario, este mundo se desmoronará bajo la inacción de una institución obsoleta. El futuro y la paz no pueden esperar.