Cada día, miles de estudiantes en España sienten que estudiar se ha convertido en una carrera de resistencia, en lugar de un proceso de aprendizaje. El sistema educativo actual premia la memorización y la productividad, pero olvida la creatividad, la salud mental y la motivación.
Tratan a los jóvenes y a los niños como máquinas de calcular que deben funcionar siempre a la perfección. Nos enseñan a aprobar, no a entender, memorizamos información y luego la vomitamos sobre una hoja de papel que definirá nuestro futuro. Nos preparan para los exámenes, no para la vida.
La presión académica constante provoca estrés, ansiedad, problemas de salud, insomnio y desinterés por los estudios. Muchos alumnos sentimos que nuestro valor está definido por una nota, cuando la inteligencia tiene mil formas y no todas caben en un examen.
Los centros educativos deberían ser espacios seguros donde florezcan nuevas ideas, no lugares donde cualquier idea diferente sea machacada hasta desaparecer.
Urge una educación más humana, que inspire a los alumnos a seguir estudiando. Porque educar no es llenar cabezas, es encender mentes.