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Al señor Otazu Ojer

Al señor Otazu OjerIñaki Porto

Resulta curioso que ahora se cuestione por tanto joven, y algunos no tanto como el señor Otazu Ojer, que los impuestos que pagamos durante nuestra etapa laboral no son merecedores de las pensiones que hoy se cobran. Puedo asegurarle, señor Otazu, que a nosotros nos ha tocado vivir una vida no tan dura como la de nuestros padres, los abuelos de los hoy protestantes, pero sin duda mucho más dura que la que han llevado todos los de las generaciones posteriores.

Pasamos de la dictadura a la democracia y ese tránsito no fue indoloro ni gratuito. Fue el resultado de movilizaciones, debate público y sacrificios personales. Conquistamos derechos laborales y salarios dignos tras huelgas continuadas, muchas de ellas de semanas o incluso más de un mes; aquellas peleas defendían salario, vivienda, horas razonables y dignidad en el trabajo. A nosotros no nos era posible ir de vacaciones, no teníamos dinero, y le digo que el dinero que invertíamos en pagar la casa era mucho más de 50% del salario. Fue con ese sudor y ese riesgo que se construyó gran parte del Estado de bienestar que hoy algunos critican, incluido usted, señor Otazu.

Nos hemos jubilado con más de 40 años, en mi caso 47, de cotización, y muchísimos de nosotros trabajando en fundiciones, canteras, obras, minas, campo, etcétera. Trabajos muy agradables todos ellos. Esos trabajos financiaron con sus cotizaciones la expansión de la educación pública y muchos otros servicios esenciales, la sanidad por ejemplo; gracias a ese esfuerzo, miles de personas pudieron estudiar donde nosotros no tuvimos oportunidad. No fue un regalo, fue una inversión colectiva pagada con nóminas, huelgas, renuncias y muchas noches sin tiempo libre. Aunque parece que dadas las opiniones que hoy escuchamos por todas partes, incluso de profesores de la UNED, mucho de ese dinero fue totalmente malgastado.

Si todos los trabajadores de servicios hicieran al unísono huelga en España, ¿qué pasaría? Probablemente se paralizaría la vida cotidiana y se vería con claridad cuál es el valor real de esos empleos. No lo hacen, y esto ocurre en casi todos los gremios: la precariedad, el miedo a perder contratos y la falta de respuesta política atenúan la protesta colectiva. Recordarlo ayuda a entender por qué las conquistas laborales del pasado costaron tanto y por qué hoy resulta tan difícil recuperarlas o defenderlas.

Un poco de memoria y una pizca de humildad al opinar no vendrían mal. Lo que algunos llaman privilegios es una consecuencia por el esfuerzo de las anteriores generaciones, permitiendo a otros formarse, opinar y disfrutar de la democracia que hoy tenemos, echarnos la culpa de todo lo malo de esta sociedad es indigno.