Parece existir consenso en que el futuro de los jóvenes va a ser peor que el de sus padres. No se trata sólo del acceso a la vivienda: los salarios son bajos, la promoción profesional es difícil, aparecen problemas de salud mental que no se daban con anterioridad y el descontento con las élites son dificultades de una magnitud que no se puede minusvalorar. Como muestra, se han conocido revueltas como las de Marruecos, Nepal, Serbia o Madagascar. Incluso en algunos casos los gobiernos han dimitido. ¿Tienen razón en sus reivindicaciones? ¿Se pueden sentir engañados ante la situación que estamos viviendo? La respuesta a ambas preguntas es afirmativa.

La economía trata de responder a preguntas del tipo: ¿por qué unos países son más ricos que otros? ¿Cuál es la forma más eficiente de gestionar los recursos? ¿Cómo priorizamos nuestros gastos? Muchas respuestas son claras: las instituciones importan, es conveniente no dejarnos llevar por impulsos al tomar decisiones, debemos tener en cuenta las consecuencias de lo que hacemos, tendemos a seguir y copiar lo que hacen los demás. Otras, a medias: aunque la renta de la familia en la que nacemos y el lugar en el que lo hacemos es importante para predecir nuestro futuro, cuenta mucho más que nuestro entorno más directo sea estable. Aunque las separaciones están a la orden del día, eso no debería impedir cuidar el desarrollo de los niños de la mejor forma posible, sea con tíos, abuelos, primos o amigos. Existen también respuestas ocultas y preocupantes: la mejor forma de predecir la riqueza de una persona es su edad... y su herencia. Es un vuelco de enormes consecuencias.

Las personas de más de 60 años tienen cada vez una mayor cantidad de riqueza en términos relativos respecto de los que son más jóvenes. Sin menospreciar el esfuerzo que han hecho a lo largo de su vida, han tenido la ventaja de vivir en un ciclo económico único. El mundo se estaba reconstruyendo y además disfrutaron de inventos que mejoraron su bienestar y aumentaron su productividad como las lavadoras, frigoríficos o la televisión en color. Los pisos se pagaban a la vez con los salarios y la inflación. Atención: para calcular el valor de un piso no es conveniente usar sólo el dinero. Una medida útil es el tiempo que costaría pagar el piso con un salario medio o de forma parecida, el tiempo que costaría pagarlo con la tercera parte de un salario medio. El dinero va y viene, el tiempo sólo se va. Existen otros ejemplos de cálculo de indicadores temporales, como el número de meses que podríamos estar viviendo al ritmo de vida actual si de repente nuestros ingresos fuesen cero.

Volviendo al asunto inicial y sin abrumar con números, la brecha es cada vez mayor. Las pensiones han mantenido su poder adquisitivo; el salario de los jóvenes no. Eso sirve para analizar otra anomalía: los descuentos de los que disfrutan los jubilados para cines o los viajes son, también, mayores ¿Cómo puede ser?

También existen pensiones ridículas, en especial, de viudedad. En muchas ocasiones los hijos deben ayudar a su madre ya que no le llega para vivir. La solución, otro despropósito. Cuando se decide subir una prestación un 10%, si alguien cobra 500 euros le van a dar 50 más. Si cobras 2.000, te van a dar 200 más. Eso aumenta las diferencias entre los grupos. ¿No sería mejor subir 100 euros a cada uno?

Existen casos de personas con pensiones muy altas que afirman sin rubor alguno que “las han merecido” o que en caso de no subirles lo correspondiente a la inflación “les están robando”. Eso no es cierto. Todos los estudios realizados por instituciones de diversos colores muestran que en la actualidad de media se recibe bastante más de lo que se aportó. Entonces, ¿quién paga la diferencia? El resto de la sociedad, en el presente… y en el futuro. La primera vía es justa: cotizaciones a la Seguridad Social. La segunda no: se paga mediante impuestos los intereses de la deuda el que el Gobierno ha contraído para poder asumir sus obligaciones, ya que las cuentas están desequilibradas. Todavía hay más: como muchos jóvenes no tienen dinero para comprar un piso deben vivir en alquiler y paga rentas que en muchas ocasiones llegan, también, a jubilados.

No se trata de establecer una guerra entre generaciones. No existen buenos y malos. Es cuestión de evaluar las cosas en su justa medida. Hoy en día los jóvenes pagan un 40% de la renta que generan vía impuestos y el dinero, cómo dice la campaña financiada por el Gobierno, regresan… pero la devolución es de la mitad de lo que aportaron. Por eso su descontento sube, pero claro, los políticos no se atreven a tomar las medidas adecuadas debido al inmenso caudal de votos que perderían.

¿Es ese el futuro que queremos?

Economía de la Conducta. UNED de Tudela