Prácticas de doble jornada
Llegado el último año de nuestros estudios, todos los estudiantes realizamos prácticas externas con la promesa de acercarnos al mundo laboral. Sin embargo, para muchos de nosotros esta oportunidad se convierte en una carga: prácticas no remuneradas que exigen dedicación completa, tareas reales de empresa y una responsabilidad a menudo invisibilizada. Las universidades y las empresas suelen argumentar que estas prácticas son una inversión de futuro. Pero no es aprendizaje si sustituye a un empleado; no es oportunidad si solo beneficia a la empresa. Y, sobre todo, resulta inviable para quienes no podemos permitirnos trabajar gratis.
En mi caso, como estudiante de último año de Publicidad, compagino las clases con un trabajo de fin de semana para poder mantenerme. Esa doble obligación, sumada a unas prácticas sin compensación, deriva en una carga de horas que roza lo insostenible y evidencia una desigualdad que muchos vivimos.
Las prácticas son necesarias, sí. Pero dignas, equitativas y con una compensación mínima que reconozca el tiempo, el esfuerzo y el valor que el estudiante aporta. Profesionalizar la formación también significa dignificarla.