un nutrido grupo de profesionales de la cultura y las artes han propuesto a la sociedad navarra un Manifiesto por la Educación y la Cultura en Navarra. Vienen a decir que están hartos de sobrevivir con las migajas que les caen año tras año. Reclaman un plan que establezca, de una vez por todas, el papel que queremos dar a la cultura, al margen de quién esté en el poder en cada momento.
No parece, sin embargo, que esto entre en los planes del Gobierno foral. El hecho de que en el organigrama institucional la cultura vaya de la mano del turismo es ya bastante revelador. Está claro que la cultura se ve como un producto que puede ser rentable en tanto en cuanto se pueda vender al visitante. Así, por ejemplo, parece que interesa más fomentar la Film Commission, que puede atraer rodajes y visitantes ansiosos de pisar con sus chancletas los escenarios donde se rodó vayaustedasaberqué, que promocionar la Escuela de Teatro, donde un grupo de jóvenes de pintas raras pierden el tiempo en algo que ni es carrera ni es nada y donde se ofrecen obrillas de teatro que no pasan de criticar a la gente de bien (¡otra cosica son Pedro Osinaga o Lina Morgan!). Más que cultivar el pensamiento parece que nuestros mandatarios prefieren plantar ladrillos por doquier.
En esta penosa situación general, que la cultura se manifieste además en euskera, tiene una cierta consideración de circunstancia agravante. Se habla de la brecha digital, pero la falta de comunicación que hay a pie de calle entre castellano-parlantes y euskaldunes es un todo abismo de considerables proporciones, cuestión ésta en la que la responsabilidad ya no es exclusivamente de los políticos. El próximo domingo, sin ir más lejos, se celebrará en el Anaitasuna una importante sesión de bertsolaris, previa a la gran final del campeonato de Euskal Herria. En el escenario, entre los grandes, intervendrá Julio Soto, un joven de Gorriti, todo un talento, al que prácticamente ningún medio de comunicación ha tenido a bien hacerle una entrevista en castellano.