hAN pasado ya 50 años y un día desde la muerte del pintor pamplonés Javier Ciga y su obra sigue desperdigada en mil lugares diferentes.
Sin lugar a dudas Ciga es uno de los principales artistas plásticos que ha dado Navarra en su historia. Su sensibilidad y su formación en Madrid, París, Alemania y Bélgica le dio la capacidad de integrar en su obra características del realismo y de movimientos como el romanticismo y las vanguardias europeas del XIX. Según los expertos fue un gran autor de escenas rurales y costumbristas y, al mismo tiempo, un importador de aire fresco al viejo reino.
En este año de Ciga, el Museo Etnográfico de Baztan, situado en Elizondo, nos ofrecerá una muestra de 63 obras suyas a partir de Semana Santa, y el Museo de Navarra, por su parte, cada mes subirá una de las cuarenta y pico obras que tiene arrinconadas en el sótano para exhibirla durante unos días. Y habrá unas charlas y unos folletos y algunas cosillas más. Menos es nada.
Hace casi tres años familiares y defensores de la obra del artista crearon una fundación para que ésta no cayera en el olvido. Su principal reivindicación es que se cree un espacio propio, un museo, que pueda albergar si no todos sí una parte importante de estos trabajos en condiciones adecuadas y de manera accesible a todo mundo. Ciga lo merece, pero el Gobierno de Navarra y el señor Corpas no parecen mostrar demasiado interés en promocionar la obra del que fuera descendiente y amante del Baztan, de las tradiciones, de las gentes sencillas, del euskera? No parece que se desvivan por promocionar la obra del pintor que fue dos veces concejal del ayuntamiento de Pamplona por el PNV, del idealista que dio con sus huesos en la cárcel durante la Guerra Civil y al que la dictadura le robó, como a tantos otros, la capacidad creadora.
Será interesante, de todas maneras, aprovechar todas las oportunidades que nos ofrezcan a lo largo del año para conocer mejor al autor de cuadros como Mercado de Elizondo o Viático en Baztan, que muchos de nosotros conservamos en la retina.
