Los Gürtel"s
EL espectáculo que está dando la magistratura española de insólito no tiene nada. Escenifica con eficacia de actores consumados la división de la sociedad española, más profunda de lo que parece. Está donde hay que estar, en el orden de las corbatas en moco de pavo y de la gomina, del teléfono hecho flemón inoperable, del matón de cabecera, del coche oficial de cristales ahumados como microondas de diseño... Burdo, cierto, muy burdo, pero aquí, cuando nos dicen que somos burdos, estamos cantando un aria que ni Andreas Scholl, sólo que la pieza se titula Ópera bufa de los malos tiempos y el guión tiene sus exigencias. En este intratable pueblo de cabreros, el que utiliza la garrota como si fuera una batuta, exige que con voz aflautada cantemos el Venid y vamos todos... No.
Hace ya años que la vida política española pasa por los tribunales. De una manera o de otra, éstos son parte integrante de la escena política, tanto o más que los escaños del Congreso. La magistratura ocupa el proscenio del tablado político, aunque estén, de arriba abajo, en tela de juicio, lo mismo cuando se les ve hacer política que cuando no la hacen, o cuando por falta de elemental diligencia dejan en la calle a quien debería estar dentro y mata, como en el caso del crimen de la discoteca de Lekunberri: apertura de diligencias, como si éstas fuesen de ordinario a algún lado, y algo referido a que si no había palabras, Dívar dixit, que se entendía a medias. Y se quejan de que el público y los medios de comunicación arremetan contra ellos, sin maneras. Volverán a poner en vigor el delito de desacato.
En otras circunstancias sería impensable que se le diera voz y acción procesal a un procesado de la calidad político delictiva del pepero Correa, a quien la justicia suiza certifica el movimiento por parte del vocalista del grupo de 20 millones de euros procedentes de actividades ilegales, que se dice pronto. Entre tanto, el batería se fuma un puro detrás de otro a la prensa. Y el resto sirve de anuncio publicitario al invento del escudo de invisibilidad en tres dimensiones.
Actividad político delictiva digo, porque sin política gubernamental de por medio, Los Gürtel"s no habrían cosechado el éxito que cosecharon. Pero el Partido Popular está de por medio, su credibilidad, su limpia ejecutoria, su amor acendrado, o eso, por la verdad.
Por eso, lo que son pruebas abrumadoras de un caso de corrupción con precedentes, demasiados, carece de importancia. Además, el desmigaje de la causa y la dispersión de las actuaciones procesales, una espesa madeja enredada con agujas de chicana de primera, impide reunir a todos Los Gürtel"s en el mismo saco: no sólo al vocalista o al Ringo Star, sino a las grupis, a los managers, a los húligans, a los botilleros, a los reventas, al amigo del amigo, a las gogós, a tucraist.
Está bien que De Rosa, el amigo entrañable del pepero valenciano Camps, se abstenga en el caso de las querellas presentadas contra Garzón. Lo deseable, dada su proclamada amistad, es que se hubiese abstenido en el caso de su amigo Camps. Pero ése era otro caso distinto.
Lo que cuenta desde hace mucho es tumbar a Garzón, y el que Correa sea pepero y hubiese asistido a la boda del hijo de Aznar, es decir, que de alguna manera fuera o sea del entorno. También éstos tienen entorno, y bastante más productivo para quien en él participa que el otro, el famoso.
Aquí lo que se está protegiendo no son los principios básicos de un estado de derecho basado de manera sólida en la justicia, sino los intereses partidistas, de un partido, de la derecha más conservadora en concreto, y al cabo los de una clase que quiere que sus negocios, los que emprenden al amparo del poder, sean intocables. Una cosa es blasonar de limpieza, acusar al enemigo político de corrupto, y otra dejar que un juez investigue las propias trastiendas, las entretelas de un país cuya falsa riqueza estaba basada en la corrupción política y la práctica de las comisiones ilegales.
Es más que posible que la mayoría de los jueces que juzgan a Los Gürtel"s, que no es un grupo musical, sino una pandilla de golfos apandadores, una mara, son votantes del PP. Es una conjetura lógica. Es un asunto de ideología estamental, de clase, algo ya olvidado, sobre todo cuando el conjunto de la sociedad cree estar en la misma o muy parecida por tener acceso más o menos fácil a parecidos bienes de consumo. Y no es cierto. Las cifras cantan y van a cantar más de manera inmediata.
A Los Gürtel"s se les defiende en sociedad, o cuando menos se les deja en suspenso, no por lo que han hecho o dejado de hacer, sino porque atacarles daña la casta a cuya sombra han crecido y engordado hasta quedar de buen año.
"Hablarán los tribunales", se les oye decir una vez más, con una pompa que a duras penas oculta el sarcasmo y la sorna, a los eternos defensores de la legalidad a los que lo que se juzga les resulta molesto y denuncia por si solo un estado turbio de cosas. Ése es el problema, que hablarán los tribunales, cuando hablen, si es que hablan, aunque sólo sea para decir que no van a hablar y que de lo dicho nada.
Todo un país se ha enterado de cómo se defrauda, pero esas voces claras de la desvergüenza no sirven. ¿Sólo se es un chorizo si lo dicen los tribunales o se puede ser chorizo público e innombrable a la vez? ¿El robo sólo es delito si te condenan por ello? Es posible, ya no basta con que te atrapen. O dicho de otra manera, el que te condenen por corrupción depende de alguna conjunción astral, de la reunión favorable de todos los factores con independencia absoluta de las pruebas fehacientes.
"¡Al ladrón! ¡Al ladrón!", grita uno al que le acaban de robar la cartera. Y el manguta se vuelve y empapela al robado por difamación.
Además, a esta casta, Los Gürtel"s, les han amenizado las bodas, esos inefables momentos en los que todos se quitan la chaqueta y, puro al morro, se marcan unos bailes mal bailaos, con mucho olé de por medio. El articulado del Código Penal estropea mucho esos inefables momentos, y Garzón tiene que pagar por aguafiestas.