vivimos en la era audiovisual y aun así dicen los expertos que es más necesario que nunca aprender a mirar. Afirman que sería conveniente incluir en la llamada enseñanza reglada una asignatura, por lo menos, que enseñara a los niños y niñas a mirar y a captar las imágenes de otra manera. Una educación que les permitiese ir más allá de ver qué ropa lleva Hannah Montana o si lo que tenemos delante es una Hello Kitty original o una imitación.
Ya lo decía Jorge Oteiza con su estilo directo, inconfundible:
"Mientras no tengamos educadores para el niño creo que es un error parir más niños. Si no sabemos hacerlos hombres ¿por qué tanto crío? Un niño es un prodigio de posibilidades. El 20% tienen de seis a nueve años el coeficiente intelectual del genio y, por falta de educación adecuada, ya para los doce años son tan normales, tan tontos, como nosotros. El niño no tiene la cabeza en un sitio y el corazón en otro como nosotros. (?) El niño, así, biológicamente, está proyectado, está imaginado como un instinto superior, como un modelo para hombre, pero no hay educadores educados para educar a este niño."
El rechazo que sentimos ante el planazo de pasar una tarde en un museo, sobre todo si es de arte contemporáneo, o el peñazo que nos supone tener una amiga cultureta que nos arrastra a ver espectáculos de danza son muestras de lo alejados que vivimos, en general, de ciertas facetas del arte. Todo eso seguramente cambiaría si alguien nos explicase qué hay detrás de todos esos trabajos y cómo se puede llegar a captarlos de otro modo.
Quizá estemos a años luz de lo que Oteiza desearía, pero afortunadamente tenemos instituciones que ya trabajan, y muy en serio, por romper barreras y acercar a niños y mayores a ese mundo. Dos ejemplos concretos y cercanos son el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, un centro joven pero con una clara vocación de laboratorio abierto a artistas y a todo tipo de públicos, y el Museo Oteiza, uno de los pocos de nuestros alrededores que cuenta con un departamento especializado de didáctica.