Hace unos días, Álvaro Miranda, consejero de Economía, anunció, a modo de maldición bíblica, que las "reservas" de gasto público que ha comenzado a activar el Gobierno de Navarra no han hecho más que empezar.

Ante las críticas por los recortes en los servicios de salud dijo también que "hay que tener la sanidad que se puede pagar". Que se puede pagar, entiéndase, con lo que quede después de desembolsar el oro y el moro en proyectos considerados preferentes como el Pabellón Arena, el circuito de carreras de Los Arcos, el Museo de los Sanfermines o el Tren de Alta Velocidad. 70 kilómetros de este tren le costarán a Navarra unos 700 millones de euros. Casi diez millones por kilómetro. 10.000 euros (casi dos millones de las pesetas de antes) por cada metro.

El año pasado, el Gobierno no dio ni un céntimo a los medios de comunicación que utilizan el euskera. El año anterior repartió entre todos 240.000 euros. Con un kilómetro de TAV tendría para 40 años de subvenciones.

Si bien es cierto que para estos medios la falta de ayudas es importante, el bloqueo de publicidad institucional impuesto a muchos de ellos es económicamente tan relevante o más. Mientras algunos se llevan importantísimas sumas de dinero simplemente por alojar en sus páginas o emisiones los mensajes de las diferentes campañas de organismos públicos, otros se ven abocados a pelear hasta el último céntimo proveniente de pequeños anunciantes, cada vez más atosigados por la crisis. Esta situación económica agobiante es la que ha provocado, por ejemplo, la marcha de la revista Nabarra (con b) de Navarra (con v). Esta publicación pamplonesa nacida hace nueve años y dedicada a temas culturales, hace las maletas y emigra a Bilbao en busca de un ambiente menos hostil.

A mí, por ejemplo, esto sí que me molesta, como que me retrasen sine die una consulta médica por falta de recursos, o que no me paguen el autobús escolar. En cambio, que el viaje en tren a Madrid dure veinte minutos más o menos me da igual. Y lo del circuito de Los Arcos, ni les cuento.