Falso y escandaloso. Irritante. Monseñor Reig Plá, presidente de la subcomisión episcopal de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española, vinculó la violencia de género, sobre todo, con las parejas de hecho. Arenga en la presentación de la Eucaristía de la Familia. En su opinión, "los matrimonios canónicamente constituidos son menos dados a la violencia doméstica". Debiera haber dicho, con más propiedad, a reconocerla, denunciarla y combatirla. En definitiva, a remediarla. La Iglesia católica ha formado y educado a la mujer en el servicio y cuidado al hombre, en el respeto servil al varón, en la subordinación al cabeza de familia, en una sumisión conducente a la resignación. La frase "esposa te doy, que no esclava" -contenida en la liturgia del sacramento del matrimonio- es reveladora de principios jerárquicos esenciales. Viene a decir al esposo: "Eres el cónyuge preeminente, pero tampoco te pases". La religión católica ha sido siempre cicatera con los derechos de la mujer. De la bautizada y de la consagrada. La novedad en la violencia sexista o de género o doméstica no estriba en su existencia, sino en su afloramiento. Y puede que aflore con mayor facilidad, eso sí, desde el concepto de igualdad entre seres humanos, desde una conciencia autónoma de credos religiosos discriminatorios. Por tanto, desde el compromiso revocable de un contrato civil, no desde una entrega heroica a la indisolubilidad del matrimonio. La firma ante el juez o representante autorizado, revisable en justicia. La bendición litúrgica, atadura a perpetuidad. La mujer católica que pasa por la vicaría y vive el sacramento del matrimonio (la proporción menor en las bodas en iglesias, capillas y ermitas) sólo encontrará palabras de consuelo si el drama del maltrato lo lleva al confesonario. Con prudente indagación sobre si da motivos, y con sugerencia final de que ofrezca ese dolor (el Señor aprieta, pero no ahoga) para purgación de debilidades y pecados propios y familiares. La fe y la misericordia como calzado resistente para la travesía por el valle de lágrimas. Resistir porque el dolor dignifica, porque el sufrimiento puede obrar la conversión del violento, porque los hijos precisan de un padre y una madre. Hay que aguantar. El divorcio, opción civil pecaminosa. La subjetiva estadística del obispo de Alcalá de Henares destaca que la violencia en el ámbito familiar se genera sobre todo en procesos de separación y divorcio. Según se desprende de su tesis, la violencia es consecuencia -no causa- del proceso. Además de las rupturas familiares, los abortos. El obispo hizo una comparación obscena: su cifra desde la despenalización, superior a la de cualquier "catástrofe o contienda en España". El aborto, condenado. La Cruzada, bendecida.