Llega el fin del mundo, o el principio de los Sanfermines y del verano, que para muchos viene a tener el mismo efecto devastador. Andamos como locos terminando cosas, cerrando asuntos, preparando la ropa blanca y los bañadores a la vez. Las sorpresas, y más las desagradables, en estos momentos son demoledoras, como la que han recibido los profesionales de la educación que ya ven el chaparrón que les viene encima: menos personal, menos dinero y más horas de trabajo y además con el cachondeo añadido de pedirles a estas alturas que rehagan todas las plantillas y los planes para el curso que viene.

Esto es un sinvivir: los nombramientos de los consejeros del Gobierno, el dinero de la devolución de la declaración de la renta que no llega, el enfado de Sergio Sayas porque Donosti, con un alcalde de Bildu, ha conseguido el título de capital cultural europea, la despedida de Zapatero?

Se nos amontonan las cosas, o las amontonamos, para luego poder desconectar y descansar debajo de un pino o al orilla del mar. En esos momentos únicos intentaremos olvidarnos de todo, vaciar la mente y relajar el cuerpo, hacer borrón y cuenta nueva y recargar la batería para empezar de nuevo otra vez. Vivimos como a empujones.

Pero en verano también pasan cosas. El seis de julio a las doce, por ejemplo, algunas y algunos no estarán mirando cómo Enrique Maya prende el cohete, sino que estarán reunidos en Madrid con los expertos del Comité Europeo de Lenguas Minoritarias para evaluar el cumplimiento de lo que un día se firmó en la carta europea. Allí estarán entre otros, miembros de la Asociación Euskara y de Euskalerria Irratia, para recordar, entre otros detalles, que esta emisora lleva más de 23 años emitiendo sin licencia, que hoy se cumplen dos años desde que el ejecutivo navarro les obligara a abandonar su antena del alto del Perdón y que ahí sigue trabajando día a día por poner en el aire unas cuantas ondas en euskera. ¡Suerte a Euskalerria Irratia y feliz verano a todas y todos!