Para tanto chorizo. Es la frase del año. O una de las que más se escucha. Los motivos sobran para clavarla aquí y allá, debajo de cada pieza cobrada en esta cacería de todos contra todos. Aunque conviene no olvidar que en estas lides todos somos el chorizo de alguien, como somos el hijoputa de otro. Para muestra el lamentable botón ya muy mentado. Caín es la marca de la casa y la cainina el veneno más extendido, gratuito, esnifado o metido en vena, barra libre, transmitido de generación en generación, engrudo del particular nosotros identitario.
"¡A sus órdenes, mis odios!", rotulaba El Roto hace ya años, parejo a aquel otro: "Algún día todo mi odio será tuyo", decía sombrío el padre. "Gracias, papi", le replicaba el hijo. Ah, sí, se me olvidaba, el odio, como los pujos de dominación y sometimiento, como los insultos, como todas las vilezas y cobardías, son siempre cosa del otro. Nosotros somos los virtuosos, los que dan las órdenes, los que saben, los que dictan el camino recto, casi, casi por mandato divino, o sin tan casi, porque estamos en posesión de la verdad, de la razón y de todo. Nosotros. Ellos. Sin enemigos no somos nadie, nada, y sin demonios, menos.
Tengo mis dudas de si las reacciones que ha provocado la nominación de Donostia a Capital Europea de la Cultura son de malos perdedores o de mala fe política y peor intención personal. Porque no se trata tanto de perder o de no haber ganado (cosa que en el caso de Córdoba se entiende porque le sobran cualidades para haberse llevado esa nominación), sino de algo más, que no es tanto un tosco y aburrido antivasquismo, ya muy señalado, como algo de verdad turbio relacionado directamente con el encono que provoca que a través de las urnas y del juego democrático (famoso, famoso) Bildu se haya hecho con la alcaldía de Donostia y con la presidencia de la Diputación de Gipuzkoa. El abanderado de esta rabieta de mal tono: el alcalde de Zaragoza, demócrata, preocupado porque cuestiones espúreas no contaminen la alta cultura. Al demókrata Belloch habría que recordarle que siendo ministro consiguió ascender a general a Rodríguez Galindo la víspera de que fuera condenado por los crímenes cometidos en el cuartel de Intxaurrodo de Donostia, y zona de influencia, cosa que parecía de cajón y que sonó a ver si de ese modo los jueces se atrevían a condenar a un flamante general de la GC por muy criminal que fuera o fuese o hubiese sido el fulano. Sonó, ya digo, pero igual no era por eso, igual era por sus méritos personales que a Belloch, como ministro del Interior y de Justicia, le podrían haber constado de manera cumplida y a los que casi mejor no nos hayamos asomado, como se asomó aquel gobernador de Gipuzkoa que fue a verlos (los méritos) como si de un espectáculo de snuff se tratara, y que por eso acabó en la cárcel. Aunque vete a saber, igual el demókrata no se enteró de nada. Las cloacas del estado son profundas y enrevesadas, y apestan.
Eso, la presencia obligada de Bildu en esa palestra europea es lo que de verdad molesta, lo otro, las cualidades de cada ciudad no suficientemente valoradas, es secundario. Les preocupa que Donostia y su nominación sean un privilegiado escaparate para el discurso (y la arenga y el sermón) soberanista de Bildu. Esa decisión no ha gustado y llevamos unos días de borrasca política con las rituales apelaciones a la democracia, la libertad, la justicia y sus parientes, porque se atribuye la decisión a motivos ajenos a los méritos culturales.
Esa elección no ha gustado porque lo que no gusta es Bildu, lo que no gusta es que, gracias al puro juego democrático, esa formación política esté en las instituciones. Hay que cortarle la hierba debajo de los pies como sea y cualquier ocasión y pretexto es bueno. El juego democrático depende de si el resultado es de nuestro agrado o no.
Pan, chorizo y vino, mucho, en la sede de la SGAE madrileña y aledaños. No están todos los que son. Chorizo, de Pamplona en este caso. ¿Qué, hablarán los tribunales también ahora? Ilusionistas, caricatos, presunciones, carcajadas, inocentes, inocentes. Lo que se dice que es del dominio público, que no lo sé, se ve reflejado en una acción espectacular propia de serie americana con detenciones de gente de esa que de ordinario está por encima de toda sospecha, por encima de la ley que acomete y acosa a la mayoría de los ciudadanos para los que la presunción de inocencia no siempre funciona; gente que vive en otro planeta protegida por matones de uniforme. Registros y detenciones que han encendido una fiesta generalizada en la que triunfa la canción del verano "No hay pan para tanto chorizo", canción popular, canción protesta, himno de guerra, cuya autoría, sin pago de derechos, hay que atribuir a una hartadumbre generalizada que se lleva por delante todo lo que encuentra. Los enemigos del baranda acuden al linchamiento, los amigos le echan el capote preceptivo y cumplen de dignos. Amén.
Al hilo de lo sucedido en la SGAE y de la canción del verano, la nueva presidenta del Gobierno de Navarra ha jurado, con su cristo y todo, que va a respetar la "diversidad" de Navarra, al tiempo que se ha lamentado de que tan cerca de Navarra haya homenajes a etarras y felicitado en cambio de que se les vayan a cerrar las puertas a las instituciones, municipales cuando menos, impidiendo que la formación represente a los ciudadanos que la han votado y conseguido un notable número de concejales y parlamentarios: muchos. Si hubiese sido en sentido contrario,habríamos tenido escenita de rigor: llamadas a la libertad, al totalitariSmo, a la democracia y a su juego famoso, a la legalidad, al blablablá y al bloblobló. Las bocas llenas de grandes palabras y de palabros. A lo dicho, no hay pan para tanto chorizo. Ya nos gustaría saber qué entiende la menda por "diversidad", porque con su policía de la mano ya hemos visto lo que entiende por libertad y democracia. A ver si va a ser lo de Chamfort: "Sé mi hermano o te mato". Sé navarro como a mí me de la gana o te enchiquero (después de aporrearte). Diversidad? Yo y tú, solos los dos, pero a mis botas, en perfecta formación, aplaudiendo, siempre.