HAY cosas difíciles de digerir como que la empresa BSH haya planteado un expediente de regulación de empleo que contempla el despido de 178 personas, cuando sigue ganando dinero. Los sindicatos denuncian que esta medida responde "única y exclusivamente" al deseo de la multinacional de "aumentar sus ya suculentos beneficios". Al oír esto recuerdo lo que el otro día me decía en una entrevista la diseñadora Rebeka Arraras, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra. Me comentaba que noticias de este tipo ocupan los grandes titulares de los periódicos y muchas horas de reuniones aquí y allá, y sin embargo, mientras tanto, existe toda una red de pequeñas empresitas, la mayor parte de ellas dedicadas al sector servicios, que sobreviven, como pueden, en este tsunami económico. Son empresas de muy pocos trabajadores que frente a la crisis han optado por contraerse, reducirse a la mínima expresión, y luchar por no bajar la persiana. Muchas de ellas son microempresas creadas por mujeres, que aun con muy pocos beneficios siguen adelante, sobre todo, por mantener los puestos de trabajo. No tienen subvenciones porque no son parte de los sectores primario (agricultura y ganadería) ni secundario (industria) y porque su peso en la estructura económica general es ínfimo. Sin embargo, en conjunto, son las que hoy en día ofrecen una mayor estabilidad laboral. Están tirando del carro a fuerza de dejarse la piel, en muchos casos.
Esta actitud de luchar por lo pequeño, hasta por las piezas más chiquitinas del puzzle de la vida, es, en mi opinión, profundamente femenina.
Puede que no sirva para nada, pero a veces apetece hacer un poco de sociología-ficción y pensar cómo serían las cosas si fuesen de otro modo. Por ejemplo: ¿cómo sería un mundo gestionado por mujeres? ¿Cómo se organizaría la casa, el trabajo? ¿Se cocerían tantos negocios en pistas de pádel y en cenas en sociedades? Etc, etc, etc?