Estos días toca leer noticias asombrosas hasta que te aburres y cierras el periódico o la pantalla, y te vas, vía adelante, en busca de un horizonte sin espejismos. Hablamos y hablamos y solo conseguimos que nos hierva la sangre, como dice la cada día más popular expresión. Hace años no hablábamos de estas cosas y andábamos más templados.

Hay que leer sin pestañear o pestañeando mucho, noticias como la de ese don figura que, rotundo, declaraba que había que bajar los sueldos durante diez años para que la economía remontara. Lo decía un banquero perteneciente a esa peligrosa banda de asociales que reúne en cerrada piña a los que se blindan pensiones, jubilaciones y ceses multimillonarios sin cesar, con o sin aparato legal de por medio, pero aprovechándose de una ciega legitimidad social. Alguien bebe o habla a tontas y a locas, o las dos cosas... o no tanto, no tanto. Ellos no solo tienen unas reglas de juego propias, sino un juego aparte, del que como mirones solo nos queda el barato. Por no decir que nos chulean de mala manera.

Ese rebaje de salarios, sueldos y precio de trabajos en los niveles más modestos equivale a una declaración de culpabilidad de estos como responsables de la fechoría que se ha perpetrado con todas las de la ley en las altas esferas, económicas, financieras y políticas. Por su parte, los gurús del pueblón que ante un escogido público de parásitos juegan a políticos sobre la tribuna del barril callejero, purazo al morro y con un blanquito mañanero al alcance de la mano, dicen que estamos en recesión profunda y que no vamos a salir de ella, al menos de momento, cuando hace pocos meses nos decían, llenándose los bolsillos, que todo era cuestión de echarle ilusión a las cosas, alegría, emprendimiento y yo qué sé. Bobadas. Decir que son unos bandidos protegidos por instituciones es quedarse corto.

Pero para serle sincero, no sé usted, pero yo no tengo ni repajolera idea de por dónde andamos, es decir, ya no sé si suben o bajan, que nosotros bajamos eso lo tengo claro, porque sube el gas y la electricidad y no suben mis ingresos, al revés, bajan. Hablo de una situación de epidemia social, de una peste, a la que los más afortunados son ajenos; me alegro por ellos y lo digo en serio.

Por eso no sé si la vuelta de Rajoy de su maratoniana reunión europea es para bien o para mal. No lo sé. Venía con cara devorada y aseguraba, con su boca rotunda de siempre que no hay condiciones a la recapitalización de la deuda contradiciendo a otro ciclista de estos, Drahi, que dice que sí y pide condiciones estrictas, y a Van Rompuy, otro del pelotón de cabeza que asegura que "nada es gratis. Es clave la condicionalidad" y a Merkel que dice que no habrá prestación sin contraprestación. Y pasan y se van. Lo que nos vende Rajoy es que lo que hayan hecho para salvar la banca nos va a salir gratis. ¿O es otra cosa? Claro que cuando se está convencido, como lo está este registrador de la propiedad que juega a Maquiavelo de Teatro Chino, de que puede hacer o decir lo que le venga en gana, cualquier cosa es posible. Se cree nuestro amo, el amo del cortijo y acabaremos cebándole la milana, bonita.

Hacer lo que nos viene en gana, porque podemos, es lo que hizo en Valencia la policía con un mural en homenaje a las mujeres de los mineros. Lo destrozó porque sí, con impunidad total, la misma que, me temo, sancionan las coletillas de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el caso Sortu. Y si no, al tiempo. Vivimos tiempos de letra pequeña y de recortes y estos van a alcanzar la libertad de expresión, la expresión misma, y el sometimiento de la ciudadanía con los tijeretazos del desacato, la desobediencia y la resistencia a una autoridad que su propio ejercicio menoscaba.

No sé la que nos espera mañana, no puedo adivinarlo, pero me temo que esta farra la voy a pagar junto a varios millones de pringaos en la parte que nos toque: unos euros por aquí, otros por allá, ivas, tasas y gabelas. Dicen que no consumimos. ¿Con qué? ¿Saben realmente cuánto le cuesta la vida a la gran mayoría o hablan solo de los empleos seguros y de esos sectores de la población en los que el fraude fiscal ha sido algo más que una práctica: una seña de identidad? Aquí pagar, lo que se dice pagar, solo han pagado los primos, aquellos a los que no les ha quedado más remedio.

No nos van a arreglar la vida porque no pueden, porque vivir subvencionados tampoco es vida. En la vida, para sacarle provecho a esta, hay que ser, como dice el abogado de los chanchullos de Urdangarin, "legal administrativamente", que es una forma de forrarse, digo yo, sin que quepa abrir el pico ni haya espacio para la aplicación del Código Penal, o eso se pretende. Será un juego sucio, pero es o ha sido el juego. Seamos legales administrativamente, al menos durante un rato, a ver si de ese modo hacemos caja y nos retiramos. Más de uno desearía ser legal administrativamente, una vuelta, para probar de qué va eso, para no morirse sin haber catado esa legalidad administrativa, que no es la que le aplasta o le tienen contra la pared, sino la que le enriquece el alma, porque no hay otra que la cuenta en Suiza. Lo saben todos los parásitos que callan y chupan como Pthirus pubis (con lo fácil que es escribir ladillas), y se fuman el puro mañanero refrescado en su escogido blanquito; que es que esta gente no bebe blanco, sino blanquito. Estamos en tiempo de apartado, de mayorales y pamemas castizo-taurinas y hay que guardar las formas.

Además, tienen un tiempo narcótico de maniobra: el verano, los Sanfermines, el Tour y el juicio de la Pantoja, ah, y la Familia Real con pose de sellos de correos. Las caras de los guardias civiles que la recibieron a la puerta del juzgado eran muy expresivas. Se les caía la baba. Expresaban esa benevolencia arbitraria que otorga soberano ese pueblo que unas veces es genuino otras llano y pocas de verdad honrado, salvo cuando le obligan. El genuino pueblo que no entiende de economía, pero sí de tonadilleras y del corazón, de las cosas del querer famosas que, como todo el mundo sabe, son las cosas de la vida, las que no tienen fin ni principio ni quién, cómo ni por qué y que bailoteando, bailoteando se irán alejando en una vía muerta de legalidades administrativas, olvidos y triquiñuelas jurídicas. Esa es la vía del hampa marbellí, de los de Gürtel, de Urdangarin, de la Pantoja, del Dívar y los suyos... Ni principio ni fin, ni quién, cómo ni por qué, como esta trapisonda nacional que lidera Mariano Rajoy.