El magnate Laureano Oubiña, tras pasar no sé cuántos años en prisión, ha asegurado en la Audiencia Nacional que "nunca" invirtió dinero procedente de la venta ilegal de drogas "ni en casas, ni fincas, ni hostias". Me ha gustado el conceptu, que decía el manguta de la película Airbag, y me pregunto si esas, a las que se refiere el magnate del contrabando o lo que sea, pero gallego, también tienen subido el IVA o este no va con ellas.
El que debe de saber mucho de esos conceptus es Camps, el de la Comunidad Valenciana, fabulosa tierra de saqueo, feudo del PP y escenario de colosales casos de corrupción, amiguismo, nepotismo, despilfarro de caudales públicos, que pide el rescate porque está en quiebra, cuando ya no ha habido nada más que llevarse. Todo lo que se escriba sobre esto es poco.
Y eso, el conceptu digamos, me ha hecho asomarme a esa noticia de última hora según la cual Urdangarin y Torres desviaron 700.000 euros a Luxemburgo y la infanta Cristina cobró 12.671 euros de Nóos Consultoría, una empresa a estas horas tan saneada como las fabulosas planeadoras gallegas, sin que el juez instructor le mueva un pelo. No habrá inmunidad, pero en España hay impunidad para quien puede pagársela..., y por ser vos quien sois.
¿Cuántas de esas planeadoras cuatrimotores ha habido y hay en España? ¿Lo sabe la Fiscalía General del Estado? Resulta incomprensible que no haya actuaciones judiciales y fiscales que se propongan examinar las responsabilidades penales y políticas de quienes han conducido a la Comunidad Valenciana a una ruina que pagamos todos. Resulta abusivo. Con Camps y el Bigotes de por medio no cabe hablar de solidaridad.
La verdad es que hace tiempo que perdí la cuenta de cuánto se llevaban unos y otros, porque ya no retengo, estoy saturado, en lo del conceptu, en lo de Ubiña, en lo de Valencia, en lo de Gürtel, la Aguirre y su tropa, el Urdangarin... Supongo que a ustedes les pasará lo mismo. A mí me va sonando todo al delirante vals de Astráin que ordenó bailar el general Millán Astray en la plaza del Castillo el 21 de agosto de 1936 y fundió a la plaza en un abrazo de sangre y calorina al que pasó revista un perrillo. Un delirio que no se les habría ocurrido a Fellini y a Berlanga juntos en sus mejores días. Algo así estamos viviendo: el baile de los vampiros no, el baile de los mangutas y a ritmo de Paquito el chocolatero. Una astracanada.
Y con todo esto sobre la mesa me he acordado de unos versos geniales de Jaime Gil de Biedma que no vienen al caso y que por eso mismo los pongo aquí: "Porque estamos en España./ Porque son uno y lo mismo/ los memos de tus amantes,/ el bestia de tu marido". No vienen al caso. Son unos versos, sin más, pero empiezo a pensar que todo esto no es casual, que es algo más que un inevitable miasma que envenena y apesta, algo que tiene que ver con una concepción del mundo y de las cosas, algo salvaje, triste y sórdido que Cervantes ya atrapó cuando se acercó al hampa de Sevilla: "patios de Monipodio, ladrones, tahúres, fulleros, guindonas, cuchilleros, Rinconetes y Cortadillos y hasta Guzmanes de Alfarache...". Por cierto, que su autor, Vélez de Guevara, se fue a América, harto de estocadas, timos, cárceles y líos de toga y corte. Tenía más de sesenta años. En aquella época, a comienzos del siglo XVII, era un anciano. Se fue a México, a ver si por lo menos así podía vivir de manera decorosa o dichosa el tiempo que le quedaba de vida... Nada parecido, ¿o sí?, a los 40.000 españoles jóvenes que, según leo, en los últimos meses han cogido la maleta y se han largado a otra parte en busca de una vida mejor. 40.000, se dice pronto. El Gobierno calla como un muerto, como lo que es. Le sobran titulados, le vamos sobrando todos, viven para ellos, sostenidos por una clase que se indigna de las manifestaciones callejeras porque todos tenemos que apretarnos el cinturón, menos ellos, claro. Para esta casta y sus representantes no ha habido manifestaciones multitudinarias de protesta, no ha habido nada. Cuatro gatos sí es que es verdad que han salido, porque desde el yate o el ático barcinesco no se ven. Se lo dicen los boletines de su episcopado cívico, social y político que minimizan lo que es una destrucción del Estado del bienestar y la vuelta a la cólera social.
Pero vuelvo al conceptu, al de Ubiña y al de los otros. Se ve que se nos ha soltado la lengua, que aprieta la calor y que empieza a dar igual lo que digamos y cómo, porque estamos que mordemos. La diputada Fabra, que ha saltado al estrellato con su boca brava y Oubiña con la suya, el Bigotes abrazado a Camps, Bankia y sus bankieiros..., la pareja principesca guarda la compostura y adopta en el baile el disfraz de mártires dolientes.
También me he acordado del conceptu viendo el anuncio colosal de una constructora que ocupaba una planta entera, como si estuviera en Ghotam, desde la que se dominaba la ciudad de los enanos, los palomos y pringaos, y a la que me acuerdo había que pagar en negro porque, si no, no eran operativos. ¿Cuánto dinero ha cobrado esta gente en negro en los últimos 20 años? ¿De dónde ha salido buena parte del dinero que el Gobierno o el Estado son incapaces de controlar y de sacar a la luz? ¿Por qué no se han denunciado esos cobros abusivos? Pues porque el comprador ha sido cómplice obligado y sistemático de un fraude generalizado y del dominio público. No son solo los bancos los más beneficiados de las farras financieras que han dado en la situación de precariedad que vivimos. El Gobierno y las instituciones del Estado han transigido con los asociales. Gracias a gente como el bandido que manejaba aquel prepotente chiringuito, docto comunista en tiempos, como tantos otros, reconvertido en truhán del hormigón, estamos como estamos. Ellos también lloran, pero tienen sus dineros particulares a salvo.
Al final no he podido menos que acordarme de aquel edificio solemne del centro de la ciudad que la gente creía era propiedad de la dueña de un prostíbulo, "Pues ya ha ganado esta, eh", y era en realidad de una compañía de seguros: tenían el mismo nombre. Me he acordado y no sé por qué, tal vez porque no viene a cuento y porque hay que seguir jugando al Monopoly veraniego, reconvertido en Monipodio, el juego de la especulación hecha chanchullo, cosa de amigotes, de trajes, de Camps&Fabras, estilistas, de conceptus, muchos conceptus, donde nos ha tocado el papel, se ve que eterno, de desplumados: nos dan cartas marcadas y nos enteramos a medias.