no es ni insensibilidad ni falta de una elemental fraternidad, pero me importa más que un fiscal pida 635 euros de multa para los parados que se llevaron 25 euros en comida de un supermercado, que los asaltos a las embajadas norteamericanas en Oriente Medio.
Y me importa porque del asunto de los motivos que empujan a los parados españoles a llevarse 25 euros de comida de donde pueden sé algo, porque es del dominio público entre otras cosas, y de lo que sucede en Oriente Medio con los Estados Unidos o sin ellos, no sé nada. Menos que nada incluso, porque toda la información que he recibido, salvo la que tenga su origen en Wikileaks, es manipulada o falsa de manera inveterada. Me temo que de Oriente Medio, de Afganistán y de cualquier otro territorio en guerra u ocupado militarmente (donde hay tropas españolas u otras) no recibimos información veraz jamás, sino consignas políticas y militares, partes de guerra, historias sagradas que buscan tocar la fibra de nuestras emociones y que nos podemos tragar como ruedas de molino o no. Información independiente y real, directa... poca. Confundimos la opinión y "lo que debe decirse y lo que no", con la verdadera información.
El viernes, los analistas que todo lo saben, decían que los Estados Unidos están pagando una furia antinorteamericana que arranca de la era Bush, la que hizo rico a José María Aznar por el hecho de, mintiendo, colaborar en una guerra criminal, asunto del que no va a responder ni ante Dios ni ante la historia. La guerra es un negocio, como bien sabe el subsecretario de Defensa del Gobierno de España, que ha destacado por ser el hombre más rico del Gobierno Aznar y que, o mucho me equivoco o tuvo intereses (el propio) en empresas de armamento norteamericanas de pertrechos de guerra, como las tuvo Morenés, el ministro de Defensa, en las nacionales. Algo le han quitado ambos al negocio de las armas, al legal y opaco, el peor de todos.
Se dice que este estallido de ira, que los Estados Unidos van a convertir en un baño de sangre, que llaman justicia (y tal vez en los prolegómenos de la guerra de Irán) tiene su origen en una película más zarrapastrosa que otra cosa que se burla del profeta Mahoma, pero no es menos cierto que en todo el mundo islámico se producen de forma continuada ofensas graves e intencionadas contra libros del Corán, se avasalla a la población, se mean en los muertos, torturan y matan en los centros de detención..., y eso solo por lo que nos llega de manera sesgada, cuando el secretismo de lo que sucede a diario, en las ciudades ocupadas, es ya materia cinematográfica.
Cuando se produjo la primavera árabe leí las noticias con más escepticismo y pitorreo que otra cosa. Solo los americanos, y quienes han ganado dinero vendiéndoles armas, sabían quiénes eran los buenos y quiénes los malos, los demás no sabíamos un carajo, no lo sabemos, aunque intuyéramos que el integrismo islámico no debía de andar muy lejos del proyecto de hacerse a la corta o a la larga con el poder. No sabemos qué intereses económicos estuvieron detrás de los cambios políticos ni en qué o cómo se han materializado aquellos. Lo que contaba era crear un estado de opinión favorable a las revueltas, a los derrocamientos de tiranos (a los que se había proveído de armas hasta los dientes) en aras a inmarcesibles principios de libertad y demoKracia y Derechos Humanos y demás sacos de humo al uso con los que todos convenimos porque hay que convenir, antes de caernos de nuevo del guindo legendario. Es el papel que nos toca en el misterio: subir y bajar del guindo, ser toreados, ser domados, con tarascas, gigantes, cabezudos, gigantillas, y chiflos, muchos chiflos.
Entre tanto, aquí cerca, donde también vamos de un guindo a otro, la colosal demostración catalana de voluntad independentista parece abocada a un referéndum que va a ser determinante y al que muy probablemente el Gobierno no va a poder oponerse. Ya explicarán por qué en un lugar sí y en otros no. Y ya explicarán (no creo) el asunto del censo de exiliados para el que, subvirtiendo un elemental principio jurídico, no es necesario probar nada. Supongo que, cuando menos, ese censo de exiliados será público para que veamos quiénes fueron los amenazados que se vieron obligados a exiliarse. También nos gustaría saber los motivos concretos e individuales, en cada caso, y el cómo, todos los detalles, pero, claro, esto en un Estado autoritario con marchamo de policiaco es pedir demasiado. En concreto, un censo público de los exiliados navarros. Aquí no hay principios jurídicos, hay trincheras, y en las trincheras todo vale; ahí abajo, en ese barrizal, no hay ética que valga, y esto no es ninguna novedad. Lo que pretenden es un pucherazo electoral, pero bueno, por un abuso más tampoco vamos a reñir, ¿no? No llegan a tiempo para pegarlo en la Comunidad Autónoma Vasca, pero puede que sí lo logren en Navarra, donde no hay elecciones anticipadas porque la oposición, con ser mayoría virtual, es poco eficaz, y porque cuando fue el momento de exigirlas, el día que echaron al vicepresidente socialista del Gobierno, un tipo peligroso, de poco fiar, alguna formación de izquierdas se opuso: no era el momento... momento, momento, momentico. Yo no sé si estos líderes políticos de la izquierda navarra son conscientes de que también nos vamos hartando de sus indecisiones, de sus disensiones, de sus sí, pero no, y de su poca eficacia en asuntos como el del empujón de Donapea y la adquisición de más terrenos por parte de la universidad del Opus Dei en Navarra para retirar del paisaje un centro de Formación Profesional que hace feo y mejor va a estar en donde no cante o no le hagan cantar. Los tiempos, estos son los tiempos y su tamborrada. Un abuso por parte de la gigantilla que preside la Comunidad Foral al sostener que la mayoría de los navarros apoyan esa mesa de trile. Mentira y lo sabe. Pero tiene afición o mejor vicio, feo vicio, y ese en concreto es difícil de corregir cuando está ayudado por una voluntad autoritaria que causa arrobo y admiración en esa parte del censo activo que merienda de por vida en tendido de sombra y allí baila y allí bota.