Hace unos días, el ministro Montoro explicaba lo del Bárcenas, es decir, los manejos de este caballero de industria por sobrevivir con su fortunón más o menos intacto y amasado a la sombra del PP, remitiéndose a "la condición humana", que no sabemos si en su boca es o no la naturaleza, también humana. No hay tiempo de disquisiciones ni son estas relevantes. No importa que sean galgos o podencos los que nos dan caza, con que sean perros basta.
Es decir, el ministro no explica en realidad nada del fenómeno Bárcenas, pero parece como que achaca su afán insaciable de lucro y su defensa "a como sea" de lo hecho propio, a las famosas debilidades o flaquezas de la humana condición, pero que lo mismo puede referirse al instinto depredador de la naturaleza humana que empuja a quien no lo controla, tiene los arrestos suficientes o no respeta el límite que las leyes marcan, a enriquecerse de la manera que sea, a costa de quien sea. Humana condición entonces, naturaleza, brava, auténtica.
Humana condición la de la Barcina que se monta junto con el Sanz, otro, sesiones de media hora para poder cobrar varias dietas millonarias (y en algún tiempo opacas) de una caja de ahorros convertida en Cueva de Caco, y que, puesta en situación de aclarar públicamente esa conducta asocial, suelta una majeza propia de la Belén Esteban en los programas televisivos de bajezas y enormidades: "Las dietas ahora nos suenan altas, antes un albañil ganaba 6.000 euros". Zafio, mucho, y brumoso, porque la Barcina no aclara dos cosas: si su albañil los ganaba en dos tandas de media hora, como ella y su cómplice y encubridor, o si el albañil las ganaban por trabajar, no como ella, o como Sanz.
A ambos, su participación en la vida política les ha supuesto patrimonios millonarios que, dentro de un programa de verdadera regeneración democrática, deberían ser investigados más allá de la pantalla de las declaraciones de renta, porque esta gente no es de fiar. Nadie ni nada nos puede obligar a creer en la palabra oral o escrita de quienes han mentido con recochineo y prepotencia continuada sobre la percepción de dietas opacas. La investigación sobre el origen de las fortunas no es un invento ni una novedad, otros países, empeñados en verdaderos procesos de cambio, lo han hecho. Aquí no hay ni la más remota intención de cambio: la actuación de Rubalcaba, pactando con los corruptos para conseguir lo que no puede obtener por las urnas, da la medida de lo que esta gente entiende por regeneración democrática. La alternancia de partidos es una estafa, decimos, pero la ambición política de no perder una participación en el negocio de la vida pública también forma parte de esa humana condición del comprensivo ministro Montoro.
Llenarse los bolsillos al precio que sea es pues una característica básica de la condición humana de la que en España participan muchos de los colocados en la pirámide de la cosa pública y dotados de estómago, de falta de escrúpulos, de astucia o arrojo; gente embriagada de poder que cree estar tan por encima de las leyes que su condición humana es otra, muy distinta a la de otros individuos que poco a poco ven cómo su "condición" se debilita y pasan a la de sombras, a la de cosas, a la de miembros de otra especie o como mucho de otro género no propio de la sociedad, sino del termitero o de otras organizaciones animales que solo nosotros reputamos crueles.
Humana condición la de la Mato que, cuando le demuestran que las fiestas de sus hijos las pagaba la trama Gürtel, no tiene nada que decir porque la primera sorprendida de que eso no fuese algo normal, inherente a su tren de vida político, es ella. ¿Cómo va a entender el fondo de falta de decoro, de chanchullo, que tiene su historia? Imposible. Por eso sus matones le han roto la mano a una periodista. No es ella la única que ha perdido la noción de lo decoroso, de lo censurable, de lo reprobable, de lo fraudulento o de lo "moderadamente fraudulento", que decía Chesterton, que no por fuerza tiene que ir asociado a la actividad política, sino que es una lacra social cada vez más extendida: si ellos lo hacen por qué no yo. Por no hablar de lo que solo es delictivo, no ya si te cogen, sino solo en el caso en que un juez, después de mucha brega y triquiñuelas procesales, y en última instancia, y contando con que no haya prescrito, así lo establezca.
Humana condición es que las cosas sean propias de desvergonzados o no, dependiendo no de las vergüenzas en sí, sino de la cantidad y calidad del público que las aplauda o de la autoridad que las encubra y sostenga. Con esta regla de juego es muy difícil salir a la cancha.
Humana condición la del rey de España que no puede ser ajeno a que la Mata-Hari nacional, la Corinna zu algo, su "amiga entrañable", haya sido mantenida con dinero público, se haya identificado como miembra de la Casa Real y actuado con prepotencia "de reina", desplazado de manera privilegiada con dinero público de los fondos reservados, haya gozado de seguridad policial oficial dependiente de la Casa Real, ocupado una vivienda, La Angorrilla, situada en el Monte de El Pardo, una zona protegida, de acceso restringido, reformada a su capricho con un presupuesto millonario que se ha pagado con dinero público... ¿y que todo lo anterior lo encubra el Gobierno? ¿A cuento de qué? ¿De que la Corinna es la "amiga entrañable" del rey? Por eso debería dar cuentas claras el jefe del Centro Nacional de Inteligencia, pero no las dará, porque saben que poco o nada importa que con su silencio o sus mañas cómplices quede al descubierto el verdadero rostro de quienes detentan el poder en España: un régimen policíaco en manos de una casta de intocables.
Todo esto da vahídos, porque no pasa nada. Mañana más, mañana otra. ¿Cuál es el nivel de nuestro sometimiento, no a las leyes, sino a quienes detentan el poder y la fuerza? Parece que absoluto, deprimente, inacabable. ¿Y cuál es la humana condición de quienes no cobran dietas, apenas alcanzan el salario mínimo, no tienen ni van a tener trabajo, son arrojados de sus viviendas y abusados por quienes les echan, ven convertido en un negocio la salud a la que tienen derecho...? ¿Sigo? Para qué.