era el nombre del barco de Benito Soto Aboal, un pirata gallego, de Pontevedra, que se hizo famoso en la primera mitad del siglo XIX: con cien cañones por banda, no corta el mar sino vuela un velero mercantil... Pero para burla, y bien negra, la que está perpetrando otro gallego, Mariano Rajoy, sin necesidad de barco alguno para ejecutar sus fechorías. A Rajoy, presidente hoy de Gobierno, le basta el mundo temible de los despachos oficiales y una lengua, negra, que saca a pasear de cuando en cuando y que solo le sirve para mentir porque de la mentira ha hecho su principal arma y argumento de gobierno. De hecho, Rajoy es el dirigente pepero que más veces aparece en las cuentas de Bárcenas, esas que son, pero no son, aunque sean, y el segundo que más ha cobrado. Veleros piratas y mercantiles... la política española es, sin remedio, una industria de piratería financiera.

Porque burla, y mayúsculo desprecio a la ciudadanía, es pedirle a esta paciencia, no entereza, no coraje, sino paciencia, algo que solo se le puede pedir a un pueblo manso y sometido, después de haber incumplido con recochineo todas y cada una de sus promesas electorales, algo que en otro país le inhabilitaría para seguir gobernando; de haber vendido el país a una Alemania que practica la guerra de agresión económica y frente a la que se nos impone el vasallaje económico, con el consiguiente menoscabo para la soberanía nacional, un asunto cada vez más anacrónico, pues está en manos de transnacionales financieras, de grupos de presión y de elites que convierten el Parlamento en una mascarada siniestra; de haber generado desempleo a raudales, no creando los puestos de trabajo que dijo iba a crear y estaba creando, y favorecido los desahucios de miles y miles de familias a la par que convertía la sanidad en un negocio privado. Cercado por incontables casos de corrupción política y económica dentro de su mismo partido y fuera de éste; alentando una colosal deuda bancaria, a cuyo pago debemos acudir todos, aunque sea impagable en la práctica, cuando dijo lo contrario, favoreciendo la represión policial en los límites de la legalidad, pidiendo, a través de la Cospedal, recortes en el derecho a la información? Insisto, en otros países y no precisamente de mucha tradición democrática, Rajoy con su Burla Negra estaría fuera del Gobierno. Aquí, no, aquí le apoya una sociedad a la que todo lo anterior le parece bien, porque con esos abusos se identifica.

Represión policial... Es una lacra nacional. Si un día es el informe de la Comisión Europea sobre la tortura que recoge el caso turbador, vergonzoso, de las torturas sufridas por Beatriz Etxebarria a manos de la policía en el año 2011, al día siguiente es otro titular, referido al año 2012: "851 personas fueron víctimas de agresiones de la Policía y los funcionarios de prisiones"... algo que me hace pensar que España tiene un problema grave con su policía, nunca depurada, que actúa en la impunidad más absoluta, a sabiendas de que jamás será investigada ni censurada ni de verdad sancionada en materias de orden público o políticas relacionadas con la defensa a ultranza del poder y sobre todo de la derecha. Y cuando hay sanciones hay indultos o, como en el caso de Intxaurrondo, destinos lejanos y sueldos oficiales. Y la negativa sistemática y partidista. Si quieres ser demócrata y gente de orden, buen ciudadano, tienes que negar esos hechos que solo los extranjeros y los etarras denuncian, y estar con la fuerza, con su fuerza.

Y el de los malos tratos, torturas o métodos extremos de interrogatorio o como en su perversión del lenguaje quieran llamarlo, también es un problema nacional en la medida en que buena parte de la sociedad los niega por principio o los apoya con descaro. ¿Cuántos jueces se han preocupado de saber qué pasa en esa comisarías? ¿Cuántos habeas corpus se han concedido? ¿Con quién están esos jueces? ¿Con la ley? Lo dudo.

Mariano Rajoy, registrador de la propiedad de ideología franquista, fotografiado por pura casualidad y sonriente en el yate de un narcotraficante gallego (otro tipo de piratería), tiene la desvergüenza de decir que el país está mejor que antes, algo que no se puede poner en duda si examinamos las ganancias indecorosas de la casta que le sostiene y a su nombra medra. Pero no solo eso, sino que con el fin de mantener a la población en la inopia más absoluta, Rajoy, desde su Burla Negra, maneja cifras económicas que se revelan patrañas, como cuando celebra con desfachatez ante sus socios europeos que la pobreza en el país ha descendido, algo que contradicen todas las ONG que se ocupan del caso y hasta la propia administración? Y encima pide paciencia, nada menos que paciencia. De no saber que el país no se va a echar a la calle a las bravas, no la pediría, pero sabe, sabe que todavía su policía puede parar todos los conatos de rebelión, por mucho que crezca el encono y la fractura social.

Rajoy, gallego, a bordo de su particular Burla Negra, pide paciencia a un país exhausto, burlado, acogotado, desmoralizado, que si no sale a la calle es porque vive amedrentado por una policía cuyos abusos quedan impunes gracias a la connivencia de una parte de la magistratura que mira para otra parte, que no quiere mirar? ¿Se acuerdan de aquella foto de un infiltrado rompiendo un escaparate al que se le veía la funda de la pipa?... Que se sepa no hubo diligencias. Paciencia. Es preciso educarse en la paciencia, en la sumisión, en el temor reverente al palo y en la adoración diurna y nocturna de un sistema democrático que en sus manos no hay tropelía que no permita, al tiempo que la Iglesia cobra y sobre todo calla, porque si bien habla de la pobreza, no dice una palabra de sus causas ni de quien la provoca día a día en propio beneficio y de la casta a la que pertenece.

Y la Burla Negra no cesa. Podemos decir en nuestros mentideros que son unos maleantes, pero eso ya ni siquiera supone un desahogo eficaz... y a ellos les resbala.