no es lo mismo vivir los Sanfermines a pie de calle que verlos desde lejos, poco menos que al paso en la mínima pantalla de un televisor oriental verde pistacho, en el puesto de un mercado donde venden copias fraudulentas de películas, y unido al coro de boquiabiertos originarios andinos que miran y no dicen nada. Sí, esas imágenes del Encierro les resultan asombrosas, otras también.

Bien, así las cosas y para resultar original, hoy escribiré de lo que nadie ha escrito durante esta última semana, con más seso y oportunidad que yo mismo: Pamplona y sus fiestas como una rara Meca, un lugar de peregrinación en el que, al parecer, todo, cualquier exceso es posible y está permitido. Incluso le puedes partir la cara a quien te plazca si no te detienen. Pamplona convertida en el espacio de la bacanal. Me resisto a creer que sea eso y solo eso. El no pasarse es algo que se sabe y no solo porque sea una ley de la tribu.

Me estomagan los teóricos de la fiesta, los del recio y apretado discurrir, los que saben lo que es la fiesta y lo que no, y me lo cuentan, los que escriben de ella para que el Ayuntamiento les pague algo, los que toman el exceso de vino (cuando se bebía) y sol por los Misterios de Eleusis y confunden la resaca de barreno y el andar a uvas sordas y bizco de manos con la revelación mística, la epifanía, el estado de gracia y toda la faramalla medio esotérica que acompaña a ese discurso espeso, pero tan común hace tiempo.

Hace muchos años, en la época en la que el NO-DO filmó a conspicuos gorrones del socialismo navarro sosteniendo la pancarta de Nafarroa Euskadi da y coreando la consigna, en aquellos años, insisto se hablaba de los Sanfermines como el espacio de la fiesta y la subversión, y había que comulgar con aquello porque de lo contrario no eras progre, no eras rojo, solo un fatxa. De esto saben mucho los feroces rojos y abertzales de los setenta que ahora triscan que da gusto en el pesebre de UPN o del PP o de lo que de algo, y ponderan, ponderan que da gusto. Saben. Saben.

Ahora parece que la cosa ha evolucionado y del famoso tocar toro se ha pasado al tocar teta. De la no menos famosa subversión se encargan varios cuerpos policiales e infiltrados varios, dados a la matonería impune.

Si la imagen de la ikurriña, bandera plenamente legal, frente a la fachada del Ayuntamiento, ha dado la vuelta al mundo provocando asombro y mucha indiferencia, y encabronamiento a quienes hubiesen visto con gusto y aplaudido que fuera la rojigualda e incluso la franquista, las imágenes de las escenas vividas en la plaza del Ayuntamiento el día 6 de julio, las de chicas con los pechos al aire, cubiertas o no de vino, y un racimo de manos que quieren tocarlos y que tocan, como quien toca un icono religioso. Las caras de babosería de los machos no son como para estar orgulloso de ellas, a no ser que seas un baboso integral.

Sé que esta incomodidad está ampliamente compartida con muchos de mis conciudadanos no precisamente de derechas o conservadores o reaccionarios. ¿Pacatos? ¿Somos de verdad pacatos o tenemos un sentido peculiar del respeto y valoramos la libertad? ¿O no entendemos que las fiestas se han venido publicitando boca a boca, reportaje a reportaje, fotografía a fotografía y que su mayor atractivo es que son algo parecido a unas bacanales? No lo sé y así lo digo. Lo que sí sé es que esas imágenes "festivas" nos enfrentan con nosotros mismos, con nuestros tabúes y convenciones, pero también con otros asuntos todavía más serios.

Junto a imágenes verdaderamente brillantes de las fiestas -además de los locales: Eloy Alonso y Pedro Armestre... y Patxi and Co, no nos piquemos, eh- esas otras de las caras y las manos tocando un cuerpo untado de vino y casi por completo desnudo chocan y suenan como un cuesco en un velorio. Eso no son los Sanfermines, dicen. ¿Qué son los Sanfermines? Yo no lo sé. Pero ahí, en esas imágenes hay algo turbio que resulta agresivo. ¿Lo harían en su casa o lo hacen porque en Pamplona si no está prohibido se permite? ¿Se puede atajar ese rito, porque de rito se trata ya a estas alturas? ¿Quién, cómo, por qué? ¿Es eso un ejercicio de libertad? ¿Seguro que nos pueden nuestros tabús y nuestras convenciones? No hablo de quien se escandaliza de esas imágenes y las repasa al detalle, y no lo hace con las de las víctimas de la violencia de género y mira para otra parte.

Me parece, eso sí, que el celoso y pánfilo Maya, alcalde, que tan celoso se ha mostrado con el ikurriñón que le han colgado, algo que me ha recordado las acciones de EGI alrededor de 1967, y que infiltra munipas de paisano para atrapar al subversivo que ose introducir la ikurriña en la plaza o en estos tiempos de auge del chorizo maltratar a quien le llame a la Barcina por su nombre, podría muy bien intervenir en esos hechos que serían verdadero delito fuera de la plaza y del exceso de vino, en Pamplona y lejos de Pamplona. El consentimiento (presumido) de la mujer no lo justifica todo. Pero no parece inquietarse. Igual le gusta. Por otra parte, ¿hay verdadero consentimiento? ¿O hay solo alarde y exhibición, ejercicios de desinhibición? No puedo responder a estas preguntas. Me acojo a la enmienda de la perplejidad.

Esto es algo que viene de años atrás y va a más, como el salto de la fuente de la Nabarreria. De modo que para el baboso el txupinazo es sinónimo de tocar teta y esto de fiesta. En la farra no hay tíos en pelotas a quienes se les pudiese tocar los cojoncillos o el miembro sagrado. Algo no acaba de funcionar del todo en esta farra. Es decir, no es una conducta simétrica, igualitaria. Eso contando con que la fiesta consistiera en el sobarse con fines catárticos o terapéuticos, que no creo.

Dicen que esas imágenes inducen a la emulación. No estoy seguro. Pero de lo que sí lo estoy es de que hay agresiones sexuales, no solo acoso, dentro y fuera de la fiesta, y casos imparables de violencia de género, que tienen a la mujer como víctima y como verdugo a alguien que, con vino o sin él, se cree con derecho al abuso sexual, a la humillación, al causar daño y dolor. Detrás del atajar este drama diario hay mucha gente comprometida en una lucha tenaz de muchos años. Por eso me gustaría saber qué pasa por la cabeza, no de las chicas del pecho y el culo al aire, sino en la de los maromos que pujan por tocar, por manosear, por lograr ese dudoso trofeo sexista. Saber cuál es el día siguiente de unos y otros. ¿En qué creen? A mí, alguien que actúa porque no se lo impiden y solo por eso, y porque lo que hace no tiene consecuencias, me da miedo. Y hay más, basta pensarlo. En qué creen ellos y en qué crees tú.