no había verano sin serpiente estacional. La escasez de noticias mandaba y había que alimentar con alguna noticia bomba las páginas de los periódico y los noticieros. Por lo demás, el Borbón, en su residencia veraniega, recibía al inquilino monclovita, soltaban las tradicionales sandeces, se sacaban una foto y a otra cosa.

Ahora, el país, una buena parte del país, está del Borbón y de los suyos hasta las narices, les gustaría verlo tumbado y expatriado, por el camino que han tomado los millones del Urdangarin y de la Corinna, cuyas tropelías ya no asustan a nadie porque el país ya no puede digerir una más, no puede digerir un monstruo más, ni de verano ni de invierno. Catatónico. Marca España también esta.

En verano, al margen del veraneo real, simpaticorro él y de la audiencia en el palacio mallorquín del saco de humo, salía el monstruo del lago Ness. Aquí, para casos de apuro, teníamos y tenemos Gibraltar, nuestro monstruo particular en el lago del descalabro nacional.

No se sabe qué estarán tramando Rajoy y los suyos para complicar un poco más la vida de los españoles, pero el caso es que tenemos a Gibraltar en primera plana, haciendo patria, y mientras Rajoy y el Borbón proclaman que les preocupa mucho la política internacional, tenemos al Bárcenas medio amordazado, haciendo gestos de náufrago desde la cárcel, desgastándose, pasando de ser objeto de muy dolosas y cómplices palabras gubernamentales de ánimo y fortaleza, a la inexistencia. Bárcenas no existe o existe poco, señalando de manera clara a José María Aznar en el aprovechamiento de fondos del Partido Popular (miedos y pactos de silencio al margen)... En cambio existe, de pronto, otra vez, Gibraltar, el peñón que siempre había estado ahí, con su industria del contrabando, sus cloacas y sus abusos tolerados desde la impotencia institucional y la venalidad generalizada. No sabemos cómo, pero cuando hay amenaza de noticia bomba, sale Gibraltar del lago de la mugre nacional. Estaba olvidado, pero los Coros y Danzas de Mariano Rajoy ya hace más de un año que a modo de tarasca lo pusieron otra vez en escena.

Quedan lejos los tiempo en que el embajador británico pedía al gobierno español que no le mandara más policías para proteger la embajada, que se conformaba con que no le mandaran tantos estudiantes y falangistas para causarle molestias y amenazarle. Ahora no parece que haya muchos ciudadanos, estudiantes o no, dispuestos a ir a plantarse en plan de bronca delante de la embajada británica reclamando Gibraltar español. Ese patriotismo del berrido, las pancartas, las consignas y la afirmación nacional en la plaza de Oriente, a viaje y dietas pagadas, está en franca decadencia. Manipular a la ciudadanía para que responda como un solo hombre y prietas las filas ante asuntos que no le conciernen o lo hacen de manera muy vaga, es cada vez más difícil. Además, para eso, al gobierno de Rajoy le falta todavía reorganizar la Secretaría General del Movimiento, con la malencarada Cifuentes al frente del engendro, y uniformar a los diputados de su bloque mayoritario con camisas azules y americanas blancas: sus rotundos aplausos quedarían entonces dabute porque el ruido ya lo tienen muy ensayado y el espíritu que lo acompaña, también.

En el cuadro, pidiendo Gibraltar español o cualquier cosa que ordenara el mando, faltarían "los moros", aquellos señores pintorescos que se sentaban en el Congreso, para cuyas familias el gobierno redecoró uno de los edificios racionalistas de la Residencia de Estudiantes donde estaba los laboratorios del doctor Negrín. Ya no hay "moros amigos", porque unos andan perdidos por el desierto a causa de una de las mayores canalladas políticas y diplomáticas del gobierno español, y otros son amigos solo a ratos objeto de una diplomacia de nadar pisando huevos, entre perejiles y pederastas que colaboran con el Centro Nacional de Inteligencia, como antiguos asesinos de la extrema derecha (el ultra Hellín) colaboran con las Fuerzas de Seguridad. Marca España.

En ese panorama de monstruos, borboneos, empujones del Fondo Monetario Internacional que auguran mayor descalabro social y ante los que el gobierno calla y otorga, Rajoy se permitió el lujo regio de anunciar que había puesto firmes a Cameron en la cuestión gibraltareña.

Solo la puerca expresión cuartelera "puesto firmes" daba bascas, pero no quedó ahí la cosa porque acto seguido Rajoy, que no se sabe si es o no consciente de la muy endeble y precaria diplomacia española en todos los terrenos en los que no puede practicar vilezas, se ha seguido poniendo farruco (por emplear su mismo lenguaje cuartelero) y ha añadido una andanada de humo diciendo que el gobierno español responderá a los actos unilaterales gibraltareños, algo que en la práctica, y al margen de provocar colas, no quiere decir nada, porque no sabemos qué medidas eficaces de defensa de los intereses nacionales y particulares puede poner en práctica el gobierno que no hay podido poner antes... No, pero eso pedir imposibles, porque antes era la desidia, la inoperancia, el sesteo institucional, el poner parches porosos a problemas que no tienen solución. Resulta francamente dudoso que España recupere la soberanía nacional sobre el peñón ni por la diplomacia ni por la fuerza.

Para rematar la rotunda faena diplomática y puesto Cameron en posición de firmes (solo les faltó añadir esa otra porquería del "pegarle un chorreo"), lo mejor de la Armada británica llega a Gibraltar, todo lo de manera rutinaria que quieran, pero en la práctica "dando a entender" y con varios miles de soldados a bordo. Produce una cierta curiosidad saber quién va poner firmes a quién, y cómo lo cuentan luego, con plaza de Oriente mediática de por medio o sin ella, o si todo se va a solucionar con un cóctel de confraternización en el que se va a servir de manera generosa Agua de Borrajas.

Una conclusión, apresurada claro y demagógica por añadidura: el gobierno español es incapaz de defender de manera eficaz los derechos e intereses de sus ciudadanos en casos de conflictos internacionales... en caso de conflictos nacionales ya sabemos que los soluciona a palos, pero en el de los internacionales es distinto. Impericia, ineficacia y cobardía institucional.