Tengo mis dudas de si merece la pena replicar al Hernando, diputado del PP y medio portavoz de ese partido en el Congreso, que esta semana agitó la charca de la política dictada por la mayoría absoluta parlamentaria diciendo que la República fue la responsable de que en el país hubiera "un millón de muertos". Rasgado general de vestiduras con un asunto más menor que otra cosa, que requiere respuestas frontales y constantes, más que replicas de ocasión. Las suyas son palabras coherentes con una forma muy concreta de concebir y practicar una política de vencedores y de vencidos al servicio de una casta económica.
Detrás de esa frase idiota no está solo la mentira de la historia oficial del franquismo, sino una férrea voluntad de la cabaña pepera de fundar un presente autoritario, de casta y clase, con el cieno del pasado. Desprestigiar a la República ha sido de buen tono, y lo sigue siendo, en quienes hablan de una "tercera España", pero con Borbones, con monarquía, parlamentaria y blablablá; una monarquía heredera de los vencedores de la guerra civil, que en sus horas bajas se beneficia de un más que evidente pacto de silencio al que ha accedido la prensa que debería estar por un verdadero cambio de régimen y una reforma de la Constitución y hasta de la configuración del país.
También abogó el Hernando por una ilegalización en la práctica de la bandera tricolor republicana por equipararla a la franquista, la misma semana en que esa bandera desfiló y estuvo presente en los actos que celebraban en París la liberación de la ciudad por las tropas aliadas en las que formaban miles de soldados republicanos españoles. La bandera rojigualda de la monarquía no estuvo presente en ese acto... a fin de cuentas representa a una monarquía de origen franquista, régimen este que si de alguien fue cómplice directo fue de los nazis, los mismos que estuvieron en el origen del golpe de estado de los militares españoles que dio lugar a la guerra civil de la que habla el diputado Hernando. No en vano el general Mola, tres días después de llegar a Pamplona (marzo de 1936) para conspirar, se entrevistó en Ibardin con un agente de la Abwher alemana... el mismo agente que, oh casualidad, estaba presente en Capitanía de Pamplona, la noche del 18 de julio de 1936.
Hernando utiliza la mentira como arma política del presente. Tienen que atajar el movimiento republicano, sus símbolos, su labor evidente de seducción social, la manera en que gana terreno, la presencia callejera de la tricolor y los clamores que suscita, y la escritura misma de su historia.
Hernando olvida porque quiere, e ignora en la misma manera con maneras de indocumentado absoluto, que el golpe de estado que dio origen a la guerra civil, fue minuciosamente planeado, por militares y por civiles, por españoles y por nazis y fascistas, y que la represión que siguió al alzamiento militar estaba planeada al detalle: "Ejecución de listas". Sobra volver a repetir las instrucciones cursadas por el general Mola, el Director.
Bandera tricolor y bandera franquista, esa que vienen exhibiendo las juventudes del Partido Popular como un acto de fe jactanciosa o franca declaración de intenciones, sin que haya habido condenas apreciables y sinceras por parte de la jerarquía de la banda. Eso es algo que no le puede extrañar ni escandalizar a nadie porque a fin de cuentas el partido en el gobierno se ha negado a condenar el franquismo y toda forma de represión con él relacionada, de la misma forma que no ha hecho nada apreciable a favor de unas tareas de verdadera reparación histórica porque las juzga innecesarias. Y si no lo condenan es porque lo volverían a hacer.
Banderas, muertos, guerra... y un olvido intencionado, malintencionado, el del Hernando, que se ve está acostumbrado no al relato controvertido de la historia, sino a las consignas, a la doctrina y las arengas cuarteleras... y a la propaganda franquista expandida más de cuarenta años para justificar el golpe con patrañas; la misma propaganda que siguen expandiendo los herederos del franquismo que están en el gobierno o que le aplauden desde los medios de comunicación o las cátedras universitarias. Herederos tanto por origen familiar o social, como político e ideológico. El Partido Popular lo fundó un franquista y fascista convencido, a quien nadie le exigió cuentas por sus actuaciones criminales a la cabeza de ministerios del franquismo: Manuel Fraga Iribarne. Que sus herederos políticos y sentimentales pretendan dar lecciones de democracia y libertad es algo más que un sarcasmo, es un insulto y un agravio que nos convierte en enemigos declarados. ¿Qué convivencia cabe con esta gente? Ninguna me temo, o la que se deduce de una situación de desigualdad entre sometidos y quienes por la fuerza les someten. Una convención, una apariencia de normalidad que solo la fuerza mantienen pacificada, porque la violencia institucional hasta ahora la ejercen los de la cabaña del Hernando.
Llamarle malnacido a Hernando es tan inútil como poca cosa. Además, todos somos el malnacido de alguien, de modo que siempre andamos a mano en esas lides en las que los argumentos fallan. En eso pocos engaños caben. A gente como el Hernando es inútil explicarle o hacerle leer la historia de la conspiración y el modo en que se urdió el golpe militar de julio de 1936. Es tiempo perdido. No va a escuchar y no va a leer, o solo va a escuchar las voces de los suyos y sus devocionarios, aquello a lo que puedan sacarle ventaja inmediata. Aquí cada cual está muy convencido de lo que dice y habla para un público de correligionarios que aplauden sin reservas porque de lo que se trata es de hacer peña, de enconarse, de dominar. No me excluyo; pero no todos sacamos réditos políticos de las mentiras. Hace tiempo que escribí que la historia, su escritura, era una trinchera banderiza que más que unirnos en una convención, nos separa, y cada vez más. La escritura y la lectura. Nos gustaría que Hernando se tragara sus palabras, pero eso no va a suceder. Erre que erre, él con sus patrañas, los republicanos con su bandera, por fin desenterrada.