Llaman la atención muchas cosas... Es una forma retórica de hablar porque lo cierto es que estamos tan ahítos de noticias bomba, de empujones y de insultos que es difícil asimilarlos todos y, sobre todo, reaccionar, algo con lo que cuentan quienes nos someten. Saben que no vamos a rebelarnos de manera violenta ni tampoco pacífica. Cuentan con medios materiales y humanos para impedirlo. La cultura es la de la no violencia, la sumisión, el acatamiento de leyes injustas y el falso diálogo de una democracia corrompida hasta las cachas. Lo demás les importa un carajo. Por eso hacen con nosotros lo que les da la gana. A lo sumo puede haber un hipotético cambio en el consejo de administración de esta turbia empresa que es el Gobierno de la nación: un pase de trastos del sector duro al sector blandito. Los mismos solo buscan con todas sus fuerzas perpetuarse en lo mismo. Hacen todo lo posible para que nadie se acerque al negocio.

Pero llame o deje de llamar la atención, el caso es que esos 750 euros con los que la olímpica Botella piensa multar en Madrid a los sin techo resaltan como un trallazo. ¿Multar a quien no tiene para pagarse un techo? Lo mismo vale para quien se ve obligado a recurrir a la mendicidad o a cocinar en la calle. Y Madrid tiene unos subterráneos que solo asombran y causan alarma social -ay, qué risa- cuando son motivo de un reportaje fotográfico con miga humana. Hay cientos de sin techo por las calles, refugiándose donde pueden. Las colas de los comedores sociales ya hace una década eran imponentes. Mientras no nos lo muestran, ese mundo al margen no existe, como los náufragos ahogados de Lampedusa que mientras no naufragan, no tienen existencia real, y aun así, pese a llegar a diario de la mano de mafias que nadie ataja.

¿Van a aplicar la prisión substitutoria en caso del previsible impago de esas multas? ¿En dónde? ¿Hay cárceles para tantos infractores de las leyes que sostienen un mundo que les ha echado a patadas? ¿Trabajos forzados? ¿Campos de concentración disfrazados de campos de trabajo? Deliro, sí, pero tengo la certeza de que se acerca de nuevo el fantasma de La Gandula, aquella antigua ley de Vagos y Maleantes, luego de Peligrosidad Social, cuyos textos sobrecogen todavía. Si no puedes atajar, porque no quieres, la causa de la miseria, la acallas a palos y a multazos.

Una vez más es la prensa extranjera -¡vaya por Dios!- la que de manera más bronca se alza contra esa serie de medidas de represión social que va a poner en práctica la Botella, so pretexto de atajar conductas delictivas o asociales que ensombrecen el bien vivir de Madrid al cielo, lo que ella llama convivencia, la de unos arriba y otros abajo, la de unos disfrutando de privilegios sociales y otros padeciendo los recortes. Todo un proyecto político ese de endurecer penas y dar vuelo a la industria nacional de las multas, y el de mantener de paso sometida a la población descontenta con el miedo a las represalias y con la puesta en práctica arbitraria de estas. Aquí se está confundiendo arbitrariedad con justicia, miedo con ley y lo que ya es el colmo, orden con esa suma siniestra de desorden más violencia de Estado.

Entre tanto, desde el Consejo de Europa se ha hecho público un nuevo informe negativo sobre la situación de este país avasallado y exhausto en el que, entre otras cosas, se dice que los recortes de Rajoy socavan los derechos humanos, además de alertar sobre algo que resulta más evidente que nunca desde que el Partido Popular llegó al poder, porque es una de sus herramientas políticas preferidas: la violencia policial impune, alentada, protegida, intocable.

Junto a lo anterior, el informe del Consejo también ha denunciado xenofobia y racismo institucionales, y por si eso fuera poco ha añadido que "Los indultos en los casos relacionados con violaciones de Derechos Humanos son motivo de grave preocupación". Indultos como el que acaba de recibir Rodríguez Galindo, condenado en firme por asesinato, cuando nunca se han puesto los medios ni las ganas de investigar la muerte de Mikel Zabaltza... No ha llegado tan lejos el Consejo de Europa. Por cierto, que Belloc ascendió al Galindo a general en vísperas de que se dictara sentencia para ver si de ese modo presionaba a los jueces y estos se atrevían a condenar a un general de la GC (psicología racial la del maño: de jugador de tute)..., pero aquella vez los jueces se olvidaron del uniforme, de las medallas y de las insignias, y se atrevieron, tal vez porque las pruebas eran abrumadoras, aunque haya sido poco menos que en balde.

En respuesta a los informes de los organismos internacionales el Gobierno de Rajoy se carcajea y se mofa de manera abierta de ellos, del Consejo de Europa, de la ONU -adonde acude con pamplinas que deterioran todavía más la imagen y la credibilidad del país: quienes le oyen saben que las suyas son palabras de madera de chopo- y de lo que haga falta desde su Olimpo de arbitrariedad y mentiras.

El Gobierno y su partido no escuchan, y si oyen y se dan por enterados, amenazan y golpean: no tienen en cuenta a quienes piden una condena del franquismo y sus abusos porque rechazan de manera explícita condenarlo y lo toman como una victoria política del presente, de modo que vamos a tener exaltación del franquismo hasta la sopa; envuelven la cuestión catalana en una nube de hostilidad guerrera y desoyen unas aspiraciones legítimas para que no puedan siquiera expresarse en unas urnas; se suman a la beatificación de víctimas de la guerra emprendida por el franquismo y ahora convertida en un acto político. Mejor no olvidar este dato: fue el general Franco quien pidió esas beatificaciones y a quien hace caso la Iglesia como de manera informada acaba de escribir el historiador Julián Casanova. Y desde luego ofrecen a la ciudadanía consignas y arengas en lugar de información veraz.

Solo así, desde la perspectiva del parte y de los toques preceptivos de cornetín se puede entender que el infame Montoro diga que los salarios no bajan, sino que moderan su subida... Será cuando los hay, porque hay varios millones de ciudadanos que no disfrutan de un trabajo que les permita obtener un salario decente. No confundamos el salario con las prestaciones sociales más elementales. Y lo demás... insultantes burlas que si llaman la atención es para poca cosa. Cohetes que suben, suben, estallan y bajan en caña chamuscada que igual te saca un ojo (Quevedo).