Como la gripe, la caguerilla, los mocos o los piojos, las embestidas al euskera en Navarra se repiten una y otra vez y no queda otra que pasarlos y seguir trabajando. Unas veces son como un hurto sutil en el que una mano negra misteriosa se lleva el mensaje en euskera de los carteles de una feria de biomasa o el rótulo Foruzaingoa de algunos coches de la Policía Foral.

Otras veces el ataque viene revestido de legalidad despistada: dice la Ley del Vascuence que la ciudadanía, la de una parte de Navarra por lo menos, tiene derecho a ser atendida en euskera en la biblioteca, el centro de salud, etc, pero ¡oh, casualidad! Dice otra ley que esos puestos no tienen perfil lingüístico y si toca trabajador bilingüe bien y si no ajo y agua.

Otra práctica habitual es la de sembrar cizaña en la cual colabora con desmedido tesón el diario navarro qué más esquelas publica en la actualidad. Puede ser en plan cachondillo graciosete, como el artículo de la periodista "andaluza" Ana Cabanillas que hablaba de lo raro e impronunciable que es el euskera: "Estos vaskitos (con ká), para pronunciar, los pobres aprietan los labios, concentrados". Ja, ja, qué salada la chavala, y cómo se han aprovechado de ella. O pueden ser embestidas en toda regla, como esta última del informe confidencial de la Guardia Civil que dice que la izquierda abertzale "está intrumentalizando" la enseñanza en Navarra.

Arrecia el temporal. Puede que sea una buena señal. Tal vez los TIL y los PAI no están desgastando lo suficiente el modelo de enseñanza en euskera. Y la actitud de la población es cada más favorable, como dice la V Encuesta Sociolingüística realizada por la Viceconsejería de Política Lingüística Gobierno Vasco de 2012: "El aumento mayor de la actitud favorable hacia la promoción del uso del euskera ha tenido lugar en Navarra; de hecho, en 1991, había un 21,6% de habitantes a favor de promocionar el euskera, y el porcentaje actual se ha elevado hasta el 37,7%".

Así que ¡más madera! Como dijo Groucho Marx .